Creo que lo que voy a describir es algo común entre todos.
Personalmente cuando el trabajo me agobia. Cuando las sombras se proyectan en algún aspecto de mi vida. Esos momentos en los que titubeas, donde la inseguridad y el desánimo crece, saber que estáis ahí, rememorar los momentos vividos, me calman y logra que sea capaz de vislumbrar siempre algo positivo.
Me basta recordar una subida a la Peña del Aguila con Mikel donde una pareja de soldados (chica-chico) nos hace sonreir. Una bajada vertiginosa siguiendo a Pepe Despacio por el Calvario. Un cerro agónico con Angelymabel. La sensación de dejar atrás a los demás en el último tramo de subida al collado en la ruta de la tubería y la de reventar en el mismo tramo intentando seguir al compañero de delante, para venirme arriba.
Recordar la ventisca, el calor, el polvo del camino o litros de agua corriendo entre mis pies. Embalses, cimas, troncos retorcidos o musgo... los olores del romero, de la jara, del ganado, de la humedad de una tormenta en la lejanía corretando por el cerro.
Hay veces en los momentos malos que siento la tentación de buscar la soledad, de alejarme de quienes me rodean para no proyectar mi pesar. Días en los que no te apetece dar explicaciones. Pero logro vencerlos y una vez superada esa primera reacción vuestra compañía se convierte en un bálsamo mágico que me abstrae de las preocupaciones entre chistes de unos, ilusiones de otros, risas y comentarios.
Incluso en los momentos deportivos malos, esos en los que las cosas no salieron como uno esperaba, lo mejor y positivo que me queda siempre es la de haberlo compartido directamente con alguno de vosotros.
Por eso este espacio. Esas quedadas nuestras habituales o las excepionales para preparar alguna aventura. O esas carreras que preparamos con tanta ilusión. Todo lo que lo rodea, desde su nacimiento a su final son muchas veces un pequeño oasis.
Bien sabes Prisi que el grupo sirve de agujero negro de nuestros pesares y que siempre nos puedes sentir cerca. Y si lo que quieres es sentirme cerca, ya sabes, dímelo con la mirada y... Todo se va igual que vino y el único poso que queda es el que nosotros permitimos que se mantenga en nuestra memoria. Hagamos de eso nuestra fuerza y que los posos que queden sean para recordar los buenos momentos y para aprender de los malos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, megasuperviviente.
Lo mejor es compartirlo todo lo bueno y lo malo y seguir disfrutando de este lujo que tenemos al lado de casa el Telegrafo¡¡¡¡¡
ResponderEliminarDespués de años corriendo juntos creo que puedo decir que todo no es correr. Muchas batallas, muchas reflexiones, muchas confidencias, alguna discrepancia y yo creo que ya miles de kilómetros... ¡Ojalá esto no acabara nunca!
ResponderEliminarEspero que todo vaya bien Prisi. A modo recordatorio decirte que las malas rachas vienen y van, y lo que de verdad se queda son las cosas bien hechas, la amistad y el disfrutar con las pequeñas cosas que hacen sentirnos grandes.
ResponderEliminarEstoy seguro que el uno de los muchos oasis los verás subiendo el monte Aizkorri :-)
Chema, yo me acuerdo perfectamente de esa salida. Escucharte fue un extraordinario empujón para mi, te lo aseguro.
ResponderEliminarUn abrazaco!