¡Como cuesta decir no a un amigo!. Y por contra, cuan necesario o al menos responsable, es hacerlo en ocasiones.
Este pasado sábado 15 fue una de esas situaciones en las que renunciar a algo realmente atractivo fue una elección difícil pero sensata.
Subir a la montaña en condiciones de un cierto grado de dificultad requiere como mínimo un nivel de confianza propia imprescindible y personalmente, al menos yo no lo tenía. No actualmente. Afrontarlo así es un riesgo añadido, una irresponsabilidad.
Jamás he sido un montañero invernal. Mis incursiones en estas épocas las recuerdo por terrenos donde la mayor dificultad era la temperatura y la nieve. Nunca en pasos delicados de roca y menos aún de hielo. Aún así he vivido en carnes propias o ajenas momentos difíciles en los que el cansancio, el frío, o el paso de un punto complicado ha sido todo un desafío. Recuerdo esos primeros temblores incontrolados de los brazos, primeros síntomas de un inicio de hipotermia. Recuerdo el bloqueo físico y mental de un amigo en un paso de clavijas en Cotatuero donde la diferencia entre aquel fin de semana inolvidable y una lamentable desgracia pudo ser un simple mal paso. No quería pasar por eso.

La mañana amaneció mejor de lo esperado. La lluvia era discontinua y de pequeña intensidad y la temperatura aunque fría no llegó en ningún momento a ser heladora. Pero la gran cantidad de nieve caída y las condiciones de altitud eran preocupantes.

Realmente disfrutamos del trayecto en todo momento. Los cuatro, hasta que José se volvió casi en la cima de Cabeza Lijar ya que tenía compromisos y no disponía de más tiempo y a partir de entonces los tres recordando viejas batallas y poniendo pequeños parches en los rasguños que nos van apareciendo en el espíritu.
Para mi la compañía de Luis y Mikel, con quienes he vivido muchas batallas, fue un aliciente desde salida. Algo de lo que disfruté desde la primera a la última zancada en San Lorenzo. Gracias pareja.

Queremos disfrutar vuestra compañía cada día, en cada ocasión.
No puedo comentar nada acerca de cómo les fue a los compañeros que hicieron la mitad de la variante invernal, pero con lo vivido este sábado estoy feliz y convencido de qué tomé la decisión adecuada. Por distancia, tiempo y dureza fue la ruta ideal para pasar una mañana de sábado, llegar a comer a casa después de un paseo así es la guinda perfecta que permitirá lograr "el pase de la jefa" para futuras ocasiones. Se corrió, se habló... (algunos sin parar) y sobretodo, se disfrutó mucho. El único pero que se le puede poner es que Josegym se nos quedara pocos metros antes de llegar a Cabeza Lijar, pero entiendo que la Yoli es mucha Yoli ;)
ResponderEliminarPor otro lado, no dejo de tener la sensación de que esta aventura me separa en cierta manera de la responsabilidad que sentía que tenía en el grupo, el tiempo y las fuerzas hacen que ahora mi rol sea otro y la verdad es que no creo que me cueste mucho adaptarme y disfrutar de ello.
Una semana después de esta salida "light" llega mi pequeña reflexión al respecto con muy poco que decir salvo que hemos empezado a llamar light a algo que hace no mucho nos parecería descabellado y que en mi caso particular la decisión fue más que acertada puesto que en mi estado actual de forma, buscando recobrar las sensaciones perdidas y ganar fuerza y resistencia la salida fue cuasi-perfecta. Recorrido duro en su justa medida, disfrutón al máximo por el paisaje, el tiempo y la compañía y llegando a casa a comer tras poco más de treinta kilómetros. Justo lo que mi cuerpo pedía y necesitaba. No fue perfecto puesto que me faltó gente e incluso, por qué no, algo de épica, pero como decía al principio, cada cosa en su momento.
ResponderEliminarJose, Mikel y Prisi, gracias por la mañana del sábado pasado y Lluvio, a ti gracias por arrancarnos de la cama para hacer lo que más nos gusta.