14 de agosto de 2013

Mi Zegama Aizkorri (Parte 2/2)

Y allí me encuentro, a pocos metros de la cima del País Vasco. Con los 4 corredores escobas de la organización que cierran el control de la carrera, con los ánimos por los suelos y con una pelota en el músculo de la pierna izquierda que hace que no pueda moverme... 
 

No sé cómo explicar éste momento porque fue clave en la carrera, ya que cuando tenía ya casi asumido que no iba a finalizar la carrera y todas las ilusiones desvanecidas, miré en mi interior y busqué algo... una tenue chispa, como lo único positivo en mi interior en ese momento... decidí aprovechar una escasa luz y centrarme sólo en ella, creo que ésa chispa se la pudiera llamar; esperanza.

Y ya ves tú, en ese momento mirando al horizonte pensé, “igual no acabo ésta carrera, pero voy a intentar darlo todo... en esta carrera si merece la pena todo el esfuerzo, respeto mucho éstas duras montañas pero aún NO podrán conmigo... Voy a demostrar lo que valgo ¡¡Vamos campeón!!”
 
Y aún con dolor me levanto haciendo fuerza con los brazos, los escobas alucinan un poco pero al final consigo mantenerme de pié, decido echar a andar como puedo y le doy las gracias a los escobas para que no me sujeten los brazos al andar. A a partir de ahora a los llamaré también cariñosamente mis queridos “hombres de negro” por sus 4 camisetas negras.


Empiezo a andar muy despacio visualizando el Aitxuri y consigo superar el amasijo de rocas donde estamos metidos y muy poco a poco llegamos a la deseada cima de Aitxuri. A pocos metros me recuerdan los hombres de negro que estoy en la cima del País Vasco.

Tamboril con tres txistus. Cima Aitxuri.
Aunque voy andando con una contínua molestia en mi pierna, el simple hecho de ver ésta cima me causa una inmensa alegría, veo la una placa de San Bernardo y el tamboril con tres txistusque hace de buzón. A centimetros del tamboril tienen preparado el control, es una pequeña alfombrilla electrónica a modo de lector chip.

Los voluntarios del Aitxuri al comprobar las molestias que tenía al andar me echan en la pierna el que también será compañero esencial de carrera: Réflex.


Cresterío desde el Aitxuri.
Después de los ánimos que me brindan en la cima de Aitxuri, pienso que voy con bastante retraso en cuanto al tiempo de corte (por lo que actualmente estaría al límite de estar fuera de la carrera, si no lo estoy ya), pero los escobas continúan conmigo y me comentan que no preocupe de los tiempos. Compruebo que me sobrepasa un corredor (su nombre real es Iñaki L.) que iba muy pegado a los escobas e intento enganchar su ritmo a trote suave ya que estamos por cresterío y para nada es un camino de rosas.


Bajada "ostiagorri".
Para colmo el descenso desde Aitxuri tiene una visión aterradora.... Se llama popularmente y creo que muy acertadamente “ostiagorri”, con éste nombre y la visión vertical de lo que nos espera nos preparamos para agudizar la vista quitándonos el sudor y medir milimétricamente donde pisamos porque el terreno es excesivamente técnico.

Curiosamente no sé si por la inercia de la bajada empiezo a correr, y poco a poco voy descendiendo con rapidez (aún notando el bloqueo del músculo en la pierna), mucha cautela y maña con cada roca y piedra suelta y de repente... ¡zás! Resbalo y caigo con la cadera... pero rápidamente me incorporo y con el mismo dolor de la caída continúo corriendo, pienso “voy muy justo de tiempo para lamentaciones”. Corro y aprieto los dientes.


Noto que bajando el dolor no es tan intenso, compruebo que voy bastante rápido adelantando a Iñaki y aprovecho para animarle, mi ritmo de bajada es sorprendentemente bueno, me encuentro a gusto porque dentro de los dolores voy a un ritmo que me permite avanzar en un terrero muy dificultoso. Oigo a los escobas decir, “qué bien estás bajando, es un ritmo muy bueno, aún así ve con mucho cuidado”...
Concentrado.


La bajada es larga y da tiempo para escuchar algún resbalón importante de Iñaki y algún hombre de negro (menos mal que no soy el único). Consigo ver a lo lejos algún corredor, buena noticia.

Poco a poco llegamos aún en bajada al avituallamiento de Arbelardonde tomo rápidamente agua, sales y continúo el descenso. Por fín empezamos a pillar zona de prados y por senderos empiezo a despegarme considerablemente del grupo de los escobas y de Iñaki, consiguiendo mantener un ritmo de carrera constante y suave controlando en todo momento que el calambre no aflore, mirando siempre por donde piso ya que el terreno no es “llano” precisamente y las piedras siempre están presentes.

Zonas mágicas
Con algún calambre por el camino que intento sobreponer apretando los dientes, parando unos segundos, echando a andar y recuperando en segundos, continúo sacando fuerzas y echándome a trotar... éste será el constante sufrimiento que arrastraré desde aquí hasta donde tenga que llegar en carrera, lo tengo claro...


Pasando por algún bosque de hayedos y algunas zonas que son realmente mágicas que parecen estar sacadas de un cuento de hadas llego al avituallamiento de Oltzedonde intento recuperar líquidos y como alguna naranja. Siempre me paro a hablar con las personas del avituallamiento y dá gusto charlar con todos, de verdad dan ganas de quedarse un rato pero tengo que cortar la conversación porque no puedo perder más tiempo del que debiera hablando en cada avituallamiento, una pena.

Estoy situado en una de las zonas mas “corribles” de la carrera donde a parte de estar siempre presentes rocas en el camino, los constantes toboganes hacen que me recuerden los músculos que ya creía tenía olvidados de los ascensos anteriores... pero por suerte llevo ritmo y voy muy centrado.

De repente otro calambre en la misma pierna... recupero pronto y a seguir trotando.



Preciosa campa.
No todo es sufrimiento y concentración en el pedregoso camino, en esta parte de la carrera fue donde más disfruté. Correr por esta zona es sinceramente puro placer, levantar la mirada al superar un repecho y comprobar la preciosa alfombra verde que me rodea haciendo que el luminoso día de hoy haga que el color resalte más aún si cabe la belleza de estos lugares.

No podré olvidar por donde paso actualmente... es por un sendero que atraviesa la verde campa y a vista ya a lo lejos el “último repecho” que me espera (Andraitz), pero aún queda para llegar. Un grupo de preciosos caballos salvajes corriendo libremente se cruzan en mi camino, éste simple hecho me recarga energía y me causa un enorme placer, me siento parte ellos trotando por esta preciosa zona, me digo; “por estos momentos merece correr este tipo de carreras”, sonrío. Cuanta belleza.



Intento no mirar nunca atrás, sólo de frente. Creo que me he alejado mucho de Iñaki y los hombres de negro y no me puedo despistar porque éstos últimos vienen con el tiempo de corte carrera y su “vara virtual” forzando mi paso y evitando que se haga vago.

Noto calor, hoy estoy sudando bastante, no me esperaba para nada este clima tan caluroso por Zegama pero estoy acostumbrado a un clima más seco y por suerte voy sobrellevándolo bien.



Trotando sin pausa por un limpio senderito y rodeado de verde pasto puedo ver al fondo lo que parece una casa... creo que es la fonda de Urbia y está rodeado de gente donde que disfrutan del día de campo jugando y comiendo sentados en la misma alfombra verde. Soy el único que llega corriendo pero es como si hubieran visto a un famoso o algo parecido, ya que siento su energía a lo lejos oyendo los primeros aplausos que van en aumento según se van dando cuenta que alguien irrumpe su paz y armonía. Las voces de ánimo y notar cómo crecen los aplausos a lo lejos hacen que todos los dolores desaparezcan. Salto un pequeño arroyo y ahora sí de cerca noto cada aplauso y palabra de ánimo (voy sonriendo, es increíble que gran afición, única).

Fonda de Urbia, Subida a Andraitz al fondo.
Y por fín entre grandes árboles al lado de la fonda está el acogedor control de paso y avituallamiento de Urbiacon una alfombra rojiza que actúa de lector del chip, recibo muchos aplausos y continúo sin pausa ahora sí, de frente veo mi próximo objetivo a superar; la cima de Andraitz. Sigo mi ritmo lento pero constante.



La subida a Andraitz se inicia con un ascenso lento desde la ladera y se va acentuando la pendiente según pasan los metros, me encanta, ¡tenía tantas ganas de conocer ésta subida! Y parece que es fácil pero ya por el km 29,5 las piernas notan el efecto de ésta dura maratón y tengo que echar a andar en la subida cuando la pendiente se va haciendo un poco mas pronunciada, pero mi ritmo es constante y fuerte, voy bien y esta vez sí, a media ascensión miro atrás y compruebo que no está Iñaki ni los hombres de negro, ¡les he sacado mucha ventaja! bien.

Última cuesta a Andraitz.
Aún hay personas que siguen animando sentadas en la subida y consiguen que no pare un segundo en mi ascenso, que siga y me crea que aún puedo conseguirlo. Mis piernas notan que en cualquier momento el calambre está a punto de saltar pero continúo controlando el trote, el piso, la concentración, miro arriba y queda la última cuesta, muy pedregosa y aprieto los dientes... llegar arriba es un calvario y justo casi en la cima a escasos metros de la pequeña alfombrita lectora de chips me da otro horrible calambre... a pesar de los aplausos y muchos ánimos me quedo parado con dolor, pido réflex, me lo traen a toda velocidad y me rocían la pierna mientras me recuerdan que ahora es todo bajada hasta Zegama, escucho mediande wakie que avisan de mi paso al control de carrera. Reanudo y culmino Andraitz. Se vienen arriba explosionando de júbilo cuando reanudo mi marcha, se me pone la piel de gallina, esto es increible..



Bajada desde Andraitz.
Comienzo la bajada por la cara de la montaña que quería ver hacía ya varios kms. Es un sendero que baja vertiginosamente por la ladera de la montaña con peligrosas piedras que asoman en todo el camino (foto?), todo este descenso con varios metros de intensa pendiente y con alguna alerta de calambre voy trotando y más abajo la senda se rodea por verde pasto y me deja ver las vistas al fondo de Zegama. Esta zona es simplemente preciosa.


Bajada en zig zag con barro.
He bajado bastante y estoy entrando en un hayedo donde la bajada es en zig-zag, el camino se va humedeciendo hasta que el barro “chocolateado” es muy espeso y resbaladizo, tengo que ir con mucho cuidado. La bajada es sólo barro, acojona bastante si no estás acostumbrado y mi mirada está totalmente centrada en cada zancada. Llegando a un bosque de alerces, el camino de barro me llega a cubrir totalmente mis zapatillas y NO hay zonas del camino donde evitar el barro... aquí la habilidad de pisar por barro corriendo es básica para avanzar. Los patinazos que doy son tremendos, llegando a resbalar durante unos metros como si fuera por nieve... pero por suerte aún no me he caído ni una vez, creo que voy bien pero he perdido mucho tiempo en Andraitz.

Toda esta cara de la montaña es más sombreada lo que hace que la humedad sea mucho más abundante y dado el día que está haciendo, es de agradecer. El problema por este tramo de carrera hubiera sido si lloviese a cántaros (cosa normal por Zegama) creo que habría que ir con crampones, sería otra carrera totalmente distinta.



De repente bajando por una zona de hayedos casi llegando al avituallamiento de Itzubiaga, ¡zás! otro calambre... compruebo que llegaba Iñaki como las balas y me rebasa sin contemplaciones, ¿cómo se ha recuperado tan bien? No me preocupa, tengo que seguir con mis molestias y hacer mi carrera. Comienzo a correr y me siguen de cerca los hombres de negro, esta vez me dejan margen para que corra a mi ritmo, parece ser que voy bien de tiempo.



Cabaña.
Sigo bajando y pillo una pista forestal que culmina en una cabaña que llama bastante la atención, es muy bonita. Consigo llegar al avituallamiento Itzubiagadonde bebo, me dan réflex en las dos piernas, como algo, pregunto como voy de tiempo (me dicen que he recuperado mucho pero voy justo) y salgo sin demorarme demasiado.



Continúo, esta vez recuerdo que mi ritmo ahora ya es en modo “ultra trail” haciendo el troti-andar mi ritmo de carrera, los compañeros de viaje que a partir de aquí son inseparables hacen una experiencia bastante agradable porque charlamos de vez en cuando y el camino se hace más ameno.

En todo momento vamos compartiendo charleta incluso algunas veces mis parones por avisos de calambres o pausas para reanudar rápidamente.

Con su mimo, paciencia y magnífica compañía logro llegar al avituallamiento de Moanodonde charlo con los voluntarios, no pierdo apenas tiempo y tomo el tiempo justo para reanundar mi marcha corriendo.



Ahora el terreno parece más favorable y se puede correr mejor, pero el barro siempre está en el camino y algún hombre de negro se pega algún resbalón que le hace resbalar y caerse, pero se ven gente de la zona y están acostumbrados a este terreno, van muy bien. Me van ofreciendo agua en todo momento y comida, que agradezco de corazón pero el estómago lo tengo cerrado. Como a veces pero sin ganas.




Llegamos después de un duro repecho al avituallamiento Mandabidedonde nos tiramos demasiado tiempo de charleta, tengo que cortar la amena conversación pero el tiempo apremia. En esta última parte del recorrido los detalles de carrera se me van pasando de largo ya que voy muy centrado en cada paso, cada aviso de calambre, cada subida y bajada, cada piedra oculta en el barro que hace que tengas que rectificar la pisada sobre la marcha, cada salto y dejándome guiar por los escobas que me ayudan bastante con sus constantes palabras de ánimo. Creo que lo puedo conseguir, ahora no puedo fallar...



Ahora el camino pasa por sendero y con pequeños barrizales son parte de la imágen del camino. Los hombres de negro me recuerdan que para el último en llegar a meta igual dan una botella de vino y yo me echo a reír diciéndoles que si me lo llegan a decir antes no me esfuerzo tanto (mucho cachondeo trajo el tema y risas).



Charlando con mis compañeros de carrera ya conocieron que me llamaban “gonchu” y en algunos momentos duros de carrera gritaban fuerte animando, me recordaron “después de el siguiente repecho está el último avituallamiento”, y éste “repechito” que me hizo echar a andar ya que me fué muy duro subirlo.

Bajada desde Oazurtza.
Muy curioso este último avituallamiento de Oazurtzaya que unos cuantos voluntarios sentado en sillas como de un picnic entre amigos se tratase me gritaban a lo lejos según ascendía, gastando alguna broma y animando sin parar. Dios, ¡Como me costó llegar! Aquí creo que le dieron una botella de vino a un escoba y me la llevaron ellos.

Desde aquí el camino se desviaba por un sendero de bajada que agradecí mucho y después otra rampa de ascenso... uff ¡fuerza!...¡vamos!

Por una senda rodeada con unas cercas para animales
Bajada con barro.
el barro  era horrible, muchos resbalones y rozando el patinaje artístico pero por mi parte sin ninguna caída, por suerte el equilibrio lo mantenía en buen estado, siguiendo con dolor y sin pausa, vamos bien.

Después de hablar por walkie los hombres de negro me recuerdan un poco acelerados que vamos en tiempo pero no podemos parar... me sorprende que me digan eso a estas alturas porque hace no mucho me dijeron que iba sobrado... ¿que pasa aquí?, ¿es para meter ritmo?, ¿antes igual no llegaba y ahora sí?... Dá igual, ¡vamos!

La tensión aumenta y los escobas empiezan a hablar por el walkie talkie en euskera con mas frecuencia, creo que avisan por donde estamos en cada momento y el tiempo de carrera. Recuerdo las palabras de Prisi cuando me dijeron días antes que cuando vea Zegama de cerca y escuche el ambiente de la meta voy a tener unas sensaciones increíbles, y así fué. Por un momento levantando la mirada y agudizando la vista veo el arco de meta a lo lejos, allí está Zegama... escucho griterío... se me pone la piel de gallina... estoy cerca.



Llegando al pueblo.Pista de cemento
Llegamos a lo que parece un caserío y ahora dejamos el camino pasando a terreno cementado, continuamos bajando con bastante pendiente, ¡Dios! ¡como duelen las piernas por éste terreno tan duro! Tengo que aguantar el ritmo.

Bajo más rápido de lo que me parece, la tensión aumenta por momentos ya que oigo desde aquí el speaker de meta... los escobas gritan mi nombre, ¡¡vamos gontxu!! ¡¡Lo consigues, aúpa!!

Descenso duro, entramos en sendero de tierra y de nuevo terreno asfaltado en bajada, esta parte me la conozco!! Creo que ahora sí estoy llegando... ¡¡Como duelen las piernas dios!!


Los escobas están nerviosos y yo aún más, informan por walkie, estoy entrando al pueblo en esta dura bajada de cemento y ¡¡ya veo la carretera principal que está al lado de la plaza del pueblo!!

Y allí estaba Josema (Prisillas), mi querido amigo mordiéndose lo que le quedaban de uñas, asegurándose que era yo el que descendía agudizando su vista, al verle sentí un descanso enorme y grité como diciendo (ya estoy aquí Prisi, gracias por esperar) “¡¡¡ Prisiiiiiiiiiiiiii !!!”

La bomba, Prisi parecía que me estaba esperando con el látigo de siete puntas ya que al llegar no sé que me dijo pero fue como un “Correcoñoquenollegasjoder”, después vino un vamos que ya lo tienes, y no sé quien dijo que estaba a segundos del límite de las 8h... mi reacción fue de correr a fuego en ese momento y justo Prisi me recordó “No No!! ¡¡Que llegas!! No fuerces ahora!”, gran sabio, ya que al segundo del aumento de ritmo el calambre lo empecé a sentir y noté como empezaba a aflorar y NO... AHORA SI QUE NO JODER!!... “lasai gontxu”... Disminuí mi ritmo con la increíble tensión de pensar que igual no llegaba... no quiero que después de todo el esfuerzo que he hecho haya sido en vano... encima oigo como el speaker en meta grita mi nombre... uf debo enfriar la mente, sigue..., vas a llegar...



Agradecimiento a todos los aficionados.
Abrazando a los escobas antes de meta.
Piso ahora sí piso el terreno pavimentado del pueblo con las vallas de la kutxa a mi lado separando al público, oyendo el aumento de los aplausos a mi paso, lanzo un beso al increíble público a modo de agradecimiento y mientras corro, abrazo a los de los escobas que tengo a mis dos lados en ese momento ya que quería que ellos pudieran también disfrutar de mi meta, también se merecían parte de los aplausos.





Vídeo de meta.
Prisi se desmarca y sale como un rayo a meta y le pierdo de vista, yo me adelanto un poco de los escobas y ellos se dan cuenta, deceleran, y ahora sí, giro... Enorme espectación en la esquina de la iglesia, TODO el mundo aplaude me emociono, lloro. Último giro a la izquierda y VEO LA META, es grandiosa, bestial, el crono está a pocos segundos de marcar las 8h de carrera.... los calambres ya se pueden quedar en casa porque estoy totalmente emocionado.... Antes de rebasar la línea veo a Prisillas aplaudiendo en un lateral del globo de meta y antes de rebasar la línea de meta decido darle un abrazo. Aquel que me enganchó a este mundillo al que considero maestro y amigo también se merece mis respetos y aprecio en esos momentos.

Entrada en meta.
Prisi le sorprende mi reacción y rápidamente después del rápido abrazo me empuja hacia la meta con mucha “prisa” y ahora sí, oigo el pitido de la alfombra lectora de meta... ahora puedo decir que soy un finisher de la Zegama-Aizkorri. Estoy completo.

Siento en ese momento que no estén en meta mi hija, mi mujer + familia porque hubiera sido simplemente perfecto.

Me asaltan con una botella gigantesca de cava y me rocían con ella, ¡¡pero si soy el último!! ¡¡Que emoción!!



Me giro hacia atrás donde están mis queridos hombres de negro aplaudiendo, y me dirijo a cada uno de ellos a darles un sincero abrazo. Y cariñosamente me dan la botella de vino que me guardaban. GRACIAS de nuevo, sois parte de esta meta, no os olvidaré.

Se acerca a felicitarme Maider con su hijo, ¡¡que bueno!! En ese momento me acuerdo de mi hija que no ha podido asistir y muestro mi gratitud por sus felicitaciones. Llega uno de los organizadores de carrera que es un tipo grandote que me hace beber cava y me da un abrazo y me levanta el puño como si fuera un titán, como si hubiese ganado, ¡Que verguenza!, ¡no sé si merezco esto! Yo soy un corredor humilde... Me hacen fotos, no sé donde mirar...

Último y feliz.
Después de algunas fotos, sólo doy las gracias. Seguidamente me entrevistan para la Etb y recojo la bolsa de finisher con exquisitos productos de la tierra.

Recibo felicitaciones de algunas personas entre el público que estuvieron en algún avituallamiento y que recordaban que iba con serios calambres. Me alagan con sus felicitaciones.



Me dirijo lentamente a la zona de descanso y saludo a mi amigo Dioni, me siento con él en una silla. Observo que en esta zona tienen para comer de todo, y me ofrecen hacerme un bocata de lo que quiera, pero ahora mismo mi estómago está cerrado. Aún así me traen cacahuetes y me dicen que me sentará bien. Son todo agradecimientos, ahora sólo quiero descansar.



Pasan por la zona de descanso donde estoy algunos escobas y le ofrezco la botella de vino que me dieron para que se la beban entre ellos, se han portado muy bien conmigo, pero no la aceptan y me lo agradecen enormemente.


Allí sentado en una silla de plástico, con la mirada absorta, molido por el esfuerzo realizado, me siento lleno y orgulloso. Soy feliz. He quedado el último en esta exigente carrera y aún así no me importa, el simple hecho de ser finisher me llena de alegría. Aquí no hay medalla, pero el simple recuerdo de todo lo que engloba esta carrera es el mejor detalle que pueden hacer.

.....
Me quedan tantas líneas escribir, tantos detalles por explicar, tantas palabras de ánimo de los anónimos aficionados que no fueron en vano, tanta pasión, amor por la montaña y enorme respeto hacia los corredores de montaña... tendría que emplear más espacio que una simple crónica de carrera y finalmente.... ¡conseguiría dormiros del todo!


Espero repetir el año que viene, sino al siguiente o al siguiente. Os llevo en el corazón para siempre.




Si algún día tengo que recordar algo bonito de mi vida, Zegama Aizkorri sería una de ellas.