Nunca conoceremos todas aquellas vidas que hubiéramos vivido si nuestras circunstancias hubieran sido otras. Es muy posible que la mínima elección, cualquier opción por pequeña que nos pareciera en su momento, haya marcado nuestra vida con tinta indeleble. Desde luego, nunca lo sabremos. ¿Somos lo que somos por elección o porque se dio un conjunto de casualidades? ¿Tenemos la voluntad de conocer determinada gente o las circunstancias no llevan a ello?
Todavía recuerdo el día que se presentó Prisi preguntando por las quedadas del club El Castillo. Su cara me sonaba de haberlo visto en varias carreras de la Sierra. Me llamaba la atención la cantidad de gente que lo conocía. Sentía una mezcla de curiosidad y envidia sana por ese hombre menudo al que había sido incapaz de seguir y aguantar el ritmo en una Tragamillas. Por eso me alegró mucho que nos preguntara a Carlos Urueña y a mi. Yo entonces era un corredor de asfalto y probablemente todavía lo sería si ese día Josema no se hubiera acercado a nosotros. Quizá lo que ahora ocupa una parte importante de mi vida hubiera quedado en un sueño jamás soñado. Tanta satisfacción, tantas alegrías, tantos momentos felices, perdidos en el limbo sin posibilidad alguna de redención. ¿Hubiera encontrado alguna afición que me hubiera dado la misma intensidad, esa sensación de sentirme en la cumbre del mundo aunque sea por un instante? ¿Una actividad que me aportara tan buenos momentos y ese buen puñado de amigos que me han dado las carreras de montaña? Ya nunca lo sabremos.
Ese fue el día, uno más entre miles, en que mi vida dio un giro del que todavía no era consciente porque en ese momento ni siquiera me gustaba correr por el monte, algo que ya había probado sin mucho éxito. Así de simple son algunas de las elecciones importantes de nuestra vida. Llegamos a tomarlas sin tener la más mínima intención de hacerlo.
No recuerdo bien como llegamos a formar pareja aunque la constancia y la regularidad, algo que nos ha caracterizado siempre a ambos, pueden ser dos de los motivos principales. Han sido cientos de días compartiendo salidas, compartiendo ilusiones, confidencias, temores, preocupaciones, pesadumbres, lesiones, vivencias, desgracias, proyectos… y alegrías, muchas alegrías, muchos días felices disfrutando en los más recónditos lugares de nuestra sierra.
Fue primero maestro, dirigiendo esos primeros pasos vacilantes por cualquier vericueto serrano, dando buenos consejos que te daban experiencia evitando errores de principiante; luego compañero, participando juntos en proyectos y carreras, planificando entrenos, preparando nuestra primera CUT; y siempre amigo porque no se pueden hacer miles de kilómetros sin compartir algo más que el camino.
Bendito el día en que te acercaste para ser maestro, compañero y amigo.