31 de octubre de 2011

100 eran 100... los de la Madrid-Segovia

Los 100 kilómetros de la Madrid-Segovia están a punto de comenzar. Los corredores estamos aglutinados esperando la salida. Es el momento de la verdad. Despacio nos ha traído amablemente a Madrid evitándonos el engorro del traslado. Siempre he admirado de él cómo le gusta este deporte. Hasta haciendo de chófer y madrugando se le ve feliz. Buen deportista y mejor persona. Alex también se ha acercado contribuyendo a que nos sintamos menos solos entre tanto corredor ajeno. Poco antes hemos posado delante de una bandera de los Locos del Cerro preparada por Chema para la ocasión. A veces me da vergüenza cuánta ilusión ponen algunas personas en este deporte frente a mis muchas veces apáticos sentimientos. Ellos son los que hacen grande el atletismo.
Es el momento de la verdad: a ritmo vertiginoso pasan en un breve instante todos los esfuerzos, todas las horas de entrenamiento, las dudas, los disgustos, los sacrificios que una carrera así demandan. En apenas unas horas sabremos si todo mereció la pena. No puedo evitar estos pensamientos cada vez que quiero superar un reto. Por eso, entre las bromas, los saludos a los conocidos, alguna foto y todo tipo de comentarios, me encuentro nervioso, concentrado en lo que nos espera. Quiero salir cuanto antes porque sé que es el mejor antídoto contra los agobios.
Hemos quedado con Chema para ir todos juntos el primer kilómetro, una manera de celebrar lo que nos une. Creo que además se lo merece porque es el único que pronto y con toda seguridad tendrá que afrontar la prueba solo. Lo sabe y está preparado. Lo leo en sus ojos. Es la mirada de un triunfador.
Antes del primer control ya he tenido que pararme a evacuar. Por cierto, pasan muchos corredores antes de dejarlo. Los locos son ahora pequeñas figuras azules en la distancia. Recupero el tramo perdido tranquilamente reduciendo el esfuerzo al mínimo. Esa va a ser una de mis constantes en esta carrera.
El primer control, el de Tres Cantos, pasa sin pena ni gloria. El terreno hasta ahora no es una maravilla si lo comparamos con nuestro entorno habitual. Demasiado seco, agostado. Al control de Colmenar llegamos juntos Mikel, Alberto y yo. Con una asombrosa rapidez, que me recuerda el GTP, Mikel nos comenta que se adelanta. Por mi parte, he decidido tomarme con mucha calma los avituallamientos: como, bebo, estiro, descanso… Le digo a Alberto que no me espere y que se adelante. Lo hago con una doble idea: no le atraso y me quedo sólo para hacer mi propia carrera. Comenta que quiere ir conmigo: pues nada, iremos juntos. Nos cuesta bastante coger a Mikel. Ya estamos de nuevo los tres atravesando Colmenar Viejo, una de las partes más feas de la carrera. Calles desiertas que parecen interminables.
Los montes que nos resultan más familiares van acercándose a ritmo pausado cada vez que, intentando despejarnos un poco de la monotonía del camino, alzamos la vista y miramos en lontananza. Seguimos juntos hasta Manzanares El Real. Un par de kilómetros antes del control hay una bajada, empieza a hacer calor y, sin venir a cuento, tengo malas sensaciones. Vamos cuesta abajo, Alberto se separa un poco y Mikel me pasa en plena bajada de forma natural y lejos de pensar que en realidad no soy capaz de seguir su ritmo. Un pequeño botón rojo de alarma se enciende en mi cerebro. Nada importante porque en el llano que precede al control me uno a Alberto sin problemas y a la salida de Manzanares estoy como nuevo.
Comienza lo que considero el tramo más duro de la carrera. El sol está alto, la temperatura ha subido en exceso, la pista tiene largas rectas que parecen dilatarse aún más por el calor, aparecen las cuestas. Mikel se queda un poco, mientras Alberto y yo seguimos pasito a pasito avanzando kilómetros. En el control del Boalo, tras una cuesta más que dura, me da mucha alegría ver a Melchor. Lo conozco hace muchos años y le tengo especial cariño. Me viene de lujo porque me ayuda a llenar el bidón de agua y me trata como a un hijo. Descanso mientras él me echa una mano y luego estiro. Cuando ya nos vamos a ir, llega Mikel. Le comento, aunque luego no cumplo mi palabra, que iremos tranquilos para que nos coja. Me resulta extraño que se haya quedado a esas alturas pero lo veo lógico por la falta de entrenamiento. El hombre tranquilo es ahora además un experto. Sabe lo que tiene que hacer.
La verdad que este tramo es para mí el peor. Demasiado calor, demasiada deshidratación. A pesar de que la zona me resulta conocida y no hay especiales dificultades, llevo las piernas con algún amago de calambre. Alberto me confiesa que a él le pasa lo mismo. No me gusta la cara que lleva: refleja demasiado claro y pronto el sufrimiento. Además observo que sus gestos al correr no son los de siempre. Bajamos el ritmo para no sufrir el excesivo calor. Comienzo a tomar sales en abundancia y a beber para evitar problemas más serios. Las dificultades se generalizan: una de las primeras chicas está tirada al lado del camino con una bajada de tensión impresionante. El control de la Barranca nos viene bien para recuperar. Además, pienso, a partir de aquí el camino va a ser cada vez más bonito, sombreado y pica hacia abajo.
A medida que nos vamos acercando a Cercedilla me voy encontrando cada vez mejor. Los calambres pasan, me encuentro muy bien muscularmente y sé que, una vez inicie la subida a Fuenfría, el reto está hecho. Le comento a Alberto que, si en lo que estamos en Cercedilla aparece Mikel, soy partidario de esperarlo. Creo que mi objetivo se va a cumplir y los tiempos me traen sin cuidado. Pienso que sería bonito llegar los tres juntos a la meta. Está totalmente de acuerdo conmigo.
En el polideportivo hay mucha gente: Arantxa, que apenas si la pude ver cerca de la Barranca, Largos, Elena, Vallejo… Descansamos, comemos, recibimos un masajito… Mikel aparece por lo que al final salimos todos juntos.
A partir de aquí para mí es un paseo triunfal. Me encuentro mejor que bien. Parece que inicio ahora la carrera. Sé lo que me queda y las piernas me responden bien. Tengo hasta ganas de correr en subida. Nos cruzamos con mucha gente que viene del monte y nos acompañan prisillas y josegym. Del maestro ¿qué voy a decir? Le debo todo en lo que se refiere a las carreras por monte. Josegym es otra de esas buenas personas a las que no les cuesta nada serlo. Nos acompañan hasta la valla que no permite el paso de los coches a Fuenfría. Veo posible llegar con luz a Segovia, algo que jamás me hubiera planteado. Incluso mi objetivo íntimo y jamás desvelado, acabar en trece horas, está al alcance de mi mano.
Aunque no me he enterado ni cómo ni cuándo, me comentan que los problemas gástricos le han hecho vomitar a Alberto. Nada importante porque ha recuperado el semblante y se le ve mejor. Subimos de cháchara hasta Fuenfría con una temperatura agradable y disfrutando. Los tres sabemos que lo vamos a conseguir y eso se nota en nuestra relajación. Casi 80 kilómetros y disfrutando. A mí, aunque no digo nada, me gustaría correr todo el rato. La distancia que resta ya me parece accesible y me gustaría aprovechar mis buenas sensaciones. No lo comento porque me parece romper la magia del momento.
En el control del alto de la Fuenfría ya nos quedan poco más de 20 kilómetros cuesta abajo. Empezamos la bajada corriendo a buen ritmo hasta que Mikel se resiente. Seguimos andando y, ante su insistencia, le dejamos atrás pero controlando la distancia para que no se quede sólo. En un momento dado y para mi alegría, me pienso que ha empezado de nuevo a correr y automáticamente me uno a él. Sin embargo, el que nos alcanza es el cuñado de Chema que nos pasa y nos anima. Trato de pensar en lo bueno de ir juntos para no ‘engancharme’ a él. Mikel no va bien y el resultado es que termina vomitando. Los pinos albares de Balsain, altos como velas, sirven de caja de resonancia de sus arcadas. Impresiona. Vuelvo sobre mis pasos pero, cuando llego a su altura, me encuentro con un Mikel renovado. Sin duda ha pasado lo malo. Tras un corto espacio de tiempo volvemos a correr y a buen ritmo. Alberto lo agradece porque no va nada bien andando. Lleva mal los pies.
Al último control llegamos justo cuando acaba de anochecer. Reponemos y volvemos a correr aunque por poco tiempo. En un momento dado, vemos una preciosa estampa de Segovia iluminada. Está ahí. Sin duda la duración de este tramo es inversamente proporcional a la distancia. Cuanto más cerca estamos más lentos transcurren los kilómetros.
Entrando en la zona urbana de Segovia y a pesar de que creo recordar que Mikel ha dicho que no puede correr, empieza a hacerlo y cada vez con más velocidad. Tanta que en un momento dado veo que me tengo que emplear a fondo. Conozco perfectamente el último tramo y estoy atento para no emocionarme: me acuerdo de la entrada en Beasain y controlo que vayamos todos juntos. Casi en meta juntamos las manos y me doy cuenta de que al final ha merecido la pena llegar todos juntos. Son sensaciones que siempre se recordarán.
La mayor sorpresa me espera en meta: Arantxa está allí. Nunca le podré agradecer lo suficiente cuanto le debo por su paciencia y por sus incansables ánimos. Para mí, verla feliz allí es la mayor recompensa.
Tras media hora de descanso nos enteramos que llega el primer grupo (de tres corredores) lo que quiere decir que podíamos haber quedado los primeros si nos hubiéramos apuntado juntos. ¡Qué más da! ¡Otro año será! ¿O no?

30 de octubre de 2011

Reencuentro con el Cerro y una ilusión.

Esta mañana tocaba dar un pasito más en esta lenta recuperación. He sumado 3 kilómetros a las salidas anteriores y he buscado un recorrido menos llano.
La verdad es que anoche no pensaba repetir la monótona Dehesa de Villalba. Me tentaba la de Alpedrete con sus sendas y toboganes también... pero, quería regresar lo antes posible a mi querido Cerro.
Así que, de buena mañana, me he puesto en marcha con incertidumbre hacia la cañada que conduce a Moralzarzal.
El camino hasta el comienzo de las subidas ha sido agradable, sin molestias y con buenísima temperatura. Luego durante las "subidas"  confieso que he tenido que realizar alguna parada táctica para tomar aire con la excusa de estirar. La bajada disfrutando, sin hacerla a tope, pero recordando sensaciones.
De regreso me ha gustado mucho que mi mente haya buscado rápidamente la opción del punto limpio como forma de evitar un recorrido cómodo y similar en el regreso y, de paso, demostrarme que el guerrillero sigue en mi alma.
Una vez finalizado, 10 km en 49' y sin molestia alguna en la pierna.
Cerro desde la subida al punto limpio.
Después he bajado al Factory de las Rozas donde me he regalado esto que hace una semana deseché porque no las veía futuro. Ahora están elegidas para recorrer los caminos este invierno, cómodas y ligeras. El martes espero estrenarlas con algunos de vosotros.
Y, desde ayer también una ilusión, un proyecto, en el que vosotros sois parte imprescindible del mismo y del que próximamente hablaremos.

26 de octubre de 2011

Un poema

Un loco

Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesta su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
-rojo de herrumbre y pardo de ceniza-
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
-¡carne triste y espíritu villano!-
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.

Antonio Machado

24 de octubre de 2011

Va por vosotros Locos.

Después de un mes de parón. De paseitos, bici y algún intento de trote por fin he conseguido correr de forma continua durante unos kilómetros.
Este ha sido el resultado:
No voy a echar las campanas al vuelo por que no he podido llevar una zancada "normal" y tengo que esperar las próximas horas a ver como responde la articulación, la pierna.
Aparte he de reconocer la forma tan deprimente de bufar al menor repecho como la cuesta del cementerio.
De momento sufro ese dolorcillo muscular tan añorado que sucede al ejercicio.
Es algo que quería compartir con vosotros y que estoy seguro que de confirmarse en el futuro próximo os llenará de alegría.

21 de octubre de 2011

Felicidades AMIGO

En el día de la celebración del nacimiento del mega-superviviente por excelencia, al que encumbra simplemente su estampa sobre la roca, la silueta desparramada sobre tantos y tantos montes, el sudor que ha alimentado tantas tierras, el sufrimiento transformado en victoria, el grito de desgarro y de alegría, la soledad y la compañía, de la compañía a la amistad y de esta al corazón. En honor a la excelencia del alquimista que transformó la soledad del corredor en la doble A del soñador, aquí transcribo un bello poema del gran Alberti, en tu honor y satisfacción:

El Ángel Superviviente de Rafael Alberti


Acordáos.
La nieve traía gotas de lacre, de plomo derretido
y disimulos de niña que ha dado muerte a un cisne.
Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato.
La derrota del cielo, un amigo.
Acordáos de aquel día, acordáos
y no olvidéis que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros.
En el frío, murieron dos fantasmas.
Por un ave, tres anillos de oro
fueron hallados y enterrados en la escarcha.
La última voz del hombre ensangrentó el viento.
Todos los ángeles perdieron la vida.
Menos uno, herido, alicortado.

El ángel alicortado volverá a la épica. De eso estoy tan seguro como que tu nombre, Prisillas, es arte.

Un abrazo y muchas felicidades

11 de octubre de 2011

SIGO SUMANDO - La crónica (el final)

Nos habíamos quedado en el poli de Cercedilla, con mucha fuerza todavía y con la moral por las nubes. Nada mas salir veo a Carlos esperándome. Comenzamos la travesía por las calles del pueblo, la gente en las terrazas nos mira con cara rara, algunos aplauden y nos animan. Seguro que alguno pensó “¿donde irán estos locos?” Pues ni más ni menos que a Segovia.

Nada más pasar la estación, comenzaban las primeras rampas, aún de día. A los pocos km. decidimos echar mano de los frontales, sobre todo para hacernos visibles. Estábamos cruzándonos con los coches de los excursionistas rezagados que habían disfrutado del día en Las Dehesas. Una vez abandonamos la carretera compartida, ahora sí ya de noche, pudimos comprobar lo bien señalizado que estaba el recorrido. Cada pocos metros, dos pegatinas reflectantes nos indicaban claramente el camino. 

Momento del relevo
Según nuestros cálculos no debían faltarnos mucho para llegar al control, y así fue. Un vasito de coca cola, sellito  y de nuevo en ruta. Esta vez con dos nuevos compañeros, uno de Mérida y otro que ha decir verdad, un poco “chalao” si que estaba. En Cercedilla los médicos le aconsejaron retirarse por un golpe de calor, y según se disponía a coger el tren se vino arriba y decidió seguir. Continuamos a buen ritmo y con buena conversación.

Al poco de pasar el mirador de los escritores nos cruzamos con Paco Rico, que regresaba tras haber subido un caldo calentito al alto, y el “chalao” decidió dejar su chaladura y subirse al coche. Nosotros seguimos a nuestro ritmo que poco a poco empezó a acusar el emeritense que se descolgó unos metros a la altura del bonito Mirador de la Reina. Unos minutos de descanso en el alto de la Fuenfría, una rica magdalena, llamada para dar el parte a mis padres y tras abrigarnos con el cortaviento empezamos el descenso.

Este comenzó algo lento ya que la pista en los primeros metros tiene mucha piedra suelta y decidimos no arriesgar. He de reconocer que tras pasar estos 2 o 3 km. un gran emoción se apoderó de mí, el objetivo estaba muy cerca, y sobre todo habíamos dejado atrás el “punto sin retorno” de la Fuenfría. Me seguía encontrando muy fuerte, tanto física como mentalmente. Pero enseguida regresé al modo sensato y a no dejarme llevar por las emociones.

La buena charla y la agradable temperatura nos ayudaron a seguir con un buen ritmo. En alguna ocasión trotamos un poco, pero estos momentos eran cada vez mas escasos y sobre todo, si estos trotes suelen ayudar al músculo a relajarse, cada vez notaba menos “alivio” lo que nos hizo dedicarnos a caminar y charlar. Llamada a casa para dar compartir con Silvia otro momento de momento de emoción, sentía que ya lo tenía en el bolsillo.

Cruz de la Gallega, último control antes de llegar a Segovia, sellito, magdalenas y tras unos breves minutos disfrutando del momento de nuevo en marcha. Ver Segovia iluminada a “escasos” 10km era para disfrutarlo. Las sensaciones seguían siendo buenas, y salvo ligeras molestias en los cuadriceps, todo OK.

A partir de aquí sabía que se me haría largo, sobre todo por que en el descenso, algo técnico para mis características, nos iba a llevar un buen rato. Pero aquí llega un de los momentos que posiblemente no olvide en mucho, mucho tiempo. Carlos abría camino avisándome de las zonas peores y sobre todo quitando las piedras sueltas del camino. Si, si como suena, todo aquello que pudiera molestar que se encontraba en el camino, él lo quitaba. De nuevo GRACIAS AMIGO.

Y así hasta el cruce de la carretera de Riofrío, a partir de aquí vinieron los peores momentos. El cansancio empezó a aparecer, y con el algunos atisbos de dudas. Lógico tras 95km y alrededor de 17h. Pero con sólo pensar lo cerca que estaba el objetivo y sobre todo con el compañero de viaje que acompañaba, sólo había una posibilidad seguir, seguir y seguir.

Estos últimos kilómetros hasta la rotonda del pastor se hicieron un poco pastosos, pero al llegar a la civilización y poder apagar el frontal la emoción volvió de nuevo. Apenas 1000 metros nos separaban del acueducto. Curiosamente un pensamiento se apoderó de mí, ¡¡¡que lejos está el acueducto!!! A lo que enseguida me dije a mi mismo ¡¡¡lo que está lejos es MADRID, capullo!!!

Tras unos momento comentando “por que nos habían llevado por esa calle”, “si por esta otra se llega mejor”, llegamos al empedrado atisbando la meta. Eché mano a la mochila y desplegué la recién estrenada bandera de LOS LOCOS DEL CERRO y portándola uno de cada esquina empezamos un suave trote triunfal, aquí si que di rienda suelta a las emociones y unas lagrimitas si que se escaparon, no muchas ya que no me quedaba mucho dentro.  

18 horas y 19 minutos después.
Empezamos a ver a los nuestros, mis padres, Jordi, Alex, Miguel, Elena y Alberto que esperaban pacientes nuestra llegada. Creo que este es otro de los momentos de difícilmente olvidaré. El bueno de Alberto decidió esperarme y no irse a casa a descansar, se tiro casi 5 horas esperándonos. GRACIAS MAJETE.

18h 19´ después estaba sellando la credencial y recibiendo mi medalla. Nunca un trocito de metal colgando duna cinta me hizo tanta ilusión. Y encima arropado por la bandera, como si todos los LOCOS estuvieran abrazándome. Pasé unos momentos acordándome de todos los que han aportado algo en este reto, MI RETO.
OBJETIVO CONSEGUIDO
Aunque el tema de agradecimientos ya está cubierto por la entrada pre-carrera, aprovecho para dar las gracias a mis dos escuderos: Inda y Carlos, Carlos e Inda.
GRACIAS AMIGOS.


Pues ale, hasta aquí la crónica del pesado de Chema, espero no haberos aburrido con mis historias.

Aprovecho para dar las gracias a todos los que de una manera u otra colaboran para que la Madrid-Segovia salga adelante.

A seguir disfrutando, y si es corriendo…mejor.