30 de octubre de 2012

Un buen objetivo futuro



El hecho de apuntarse a una carrera sin ver antes pormenorizadamente todos sus detalles puede jugarte a veces una mala pasada. Cuando me sugirió Arantxa El I Trail de las Ubiñas y me señaló la zona, siempre pensé que sería desde un pueblo pegado a Teverga o San Emiliano, ambas cercanas a Somiedo donde voy con asiduidad. Espoleado, sin duda, por mi retirada de la Madrid-Segovia, para mi nefasta, no dudé ya en apuntarme, vista la dureza de su recorrido con 4000 metros de desnivel acumulado (+/-), muy acorde con mis características. Me dio igual el hecho de que la categoría de VET fuera a partir de los 45 años (por experiencia las posibilidades de estar cerca del podium en ellas merman bastante) pues lo principal es que tenía muy buenas sensaciones.
Algo muy distinto fue cuando me puse en serio a ver desde dónde salía la carrera. Las Ubiñas es un macizo impresionante que divide de forma majestuosa Asturias y León. Sin comunicación por carretera entre su zona Este y Oeste, el partir de una u otra vertiente puede suponerte un más que mediano viaje por carreteras tortuosas. Así fue. El comenzar en Tuiza, un maravilloso y acogedor pueblo de montaña, suponía para mí mas de hora y media de viaje en coche que, unido al comienzo de la carrera, las nueve de la mañana, alargaba el madrugón a las seis de la mañana. Como ya no había remedio, no quedaba más que acercarse con tiempo cerca de Pola de Lena y remontar una larga carretera de subida a la pequeña aldea.
Todo no fue malo: se habían anunciado lluvias y nieve en altura. Conociendo la dureza de la zona no miento si digo que me preocupaba bastante el asunto porque cuando nieva por esas cumbres lo hace copiosamente. Sin embargo, pronto recibimos buenas noticias. No se cumpliría el pronóstico inicial y disfrutaríamos de un día frío pero sin mucha agua. Tampoco se esperaba nieve.
A disfrutar. O eso pensaba yo inocentemente.
Como hago en muchas de las carreras que corro, me acerqué al arco de salida para ir viendo el nivel de los participantes. Si eres observador suele ser un buen test para lo que te espera. La verdad es que me pareció altísimo. Gente muy fina y bastante joven en general. Buenas prendas y mejores materiales. Apenas distinguí algún que otro veterano de más de cincuenta años. No parecía haber ningun participante de los que se acercan a estas carreras para ‘probar’. De forma automática decidí optar por una carrera en la que fuera al 80 por ciento de mis recursos. Eso quiere decir que empezaría fuerte pero no a tope esperando acontecimientos. La idea sería andar en los repechos fuertes y correr en las subidas suaves pero siempre sin forzar a tope. Últimos nervios y un verdadero deseo de que comience todo para relajarme por fin.
El recorrido no engañó desde el principio: comenzaba con una fuerte subida presagio de las venideras. La  hice corriendo suave para ir calentando. Saludos a Arantxa, que esperaba un poco más adelante, y arriba. Mi idea era funcionar por sensaciones sin mirar en ningún momento el Fore. Justo en el primer avituallamiento (km. 12) tenía pensado echar un gel en la botella de agua que me dieran, para írmelo tomando en los kilómetros finales.
Debo decir que desde el primer momento me vi sorprendido por la dureza de las rampas que iban apareciendo: si una era fuerte, la siguiente la sobrepasaba, si en aquella el terreno era resbaladizo y peligroso, en la otra embarrado y sinuoso. En alguna zona había algún cortado con volados que ralentizaban la marcha ante el peligro de una muy mala caída. Pasado algún tiempo comencé a notar que el primer ritmo que me había impuesto empezaba a pasar factura en mis piernas por lo que comencé a bajarlo para reservar mis cada vez más cargados músculos. Me empezaba a parecer increíble cómo la gente lo podía seguir manteniendo ante la dureza del recorrido. De esa forma, con la cabeza fría,  fui perdiendo poco a poco algún puesto esperando recuperarme con posterioridad a partir de la bajada hacia el refugio, aprovechando mi resistencia.
Por desgracia, una cosa son nuestros planes y otra muy distinta la realidad, empeñada a menudo en fastidiarnos. Los planos cada vez más inclinados, o eso me parecía a mí, me obligaron a replantearme sobre la marcha lo ya una vez modificado. Bajé de nuevo el ritmo pero esta vez a la desesperada porque los síntomas que tenía eran preocupantes. Lo peor, la cabeza, sin duda mucho más lenta a la hora de asimilar lo que estaba pasando: me encontraba a punto de reventar y la amena charla que una pareja de corredores que me acababan de pasar mantenían,  hicieron mella en una maltrecha moral. Ya me costaba no dejar que se fueran separando de mí.
No sé si a alguien le ha ocurrido en alguna ocasión pero en un momento dado de la carrera a veces sentimos que se está acercando el punto crítico: todo va mal y ni en el peor de los posibles trayectos soñados cabía esa situación por lo que no estamos preparados para ella. El barco se hunde sin que podamos hacer gran cosa por evitarlo.
Con celeridad intenté sobreponerme. Busqué una tabla de salvación y decidí mirar el Fore pensando que ya debíamos estar cerca de la bajada al refugio que señalaría la mitad del recorrido. Lo miré con nerviosismo. Parecía que había vuelto al instituto momentos antes de recibir esa nota que iba a marcar mi destino en las siguientes semanas. Busqué el kilometraje como el náufrago algo a lo que asirse tras el hundimiento…
La visión fue una decepción más. Todo se había desmoronado: apenas llevaba seis kilómetros y cien metros. Demasiado sorprendido para asimilar el golpe, volví a mirar incrédulo el maldito aparato para cerciorarme del desastre. Fue entonces cuando me entró el pánico. Recordé que Arantxa había barajado la posibilidad de acercarse andando al refugio para verme pasar por allí y pensé en abandonar a esa altura de la competición con la seguridad de que me daría ánimos y justificaría mi acción. A pesar de ello no encontré el alivio que esperaba porque me parecía increíble que mi cuerpo pudiera aguantar si quiera otros seis kilómetros de tanto sufrimiento. Fue entonces cuando de repente conseguí reponer un tanto mil maltrecha cabeza y comenzar a pensar de forma positiva. Estaba corriendo una carrera de 21 kilómetros, todavía iba muy bien posicionado y, por muy mal que me encontrase, mi mente no podía asumir realmente una retirada así. Desde mi punto de vista era indefendible.
Decidí esta vez sí, reconsiderar por tercera vez mi estrategia y aplicar mi último recurso, un viejo truco aprendido de mis años de alpinista cuando las copiosas nevadas convertían en una trampa algunos recorridos de montaña. Entonces dejaba que mis piernas fueran marcándome el ritmo por muy lento que éste le pareciera a mi impulsiva cabeza. De este modo fui perdiendo puestos sin que el paso de la primera clasificada, a la que había vencido en Muniellos, me sirviera de estímulo dado el mal estado de mis piernas.
Aunque para mí fue doloroso, si puedo decir que resultó eficaz porque conseguí, por fin, un ritmo de carrera soportable y, sobre todo, un objetivo muy claro. Así me acerqué hasta la primera y larga bajada hacia el refugio con la esperanza de resolver la mayoría de mis males. Si no vinieron más desánimos ni más abatimientos fue debido a la fuerza que adquirió para mí el deseo de cumplir mi meta. Cualquiera que haya bajado rampas en la cornisa cantábrica sabrá a lo que me voy a referir. Con el suelo mojado, la mezcla de piedra, hierba rasa y barro era una trampa mortal que me obligaba a retenerme en exceso en la bajada con el consiguiente castigo de mis cuádriceps. La falta de costumbre ayudaba a ahondar más el problema. Todo el mundo parecía ir más deprisa que yo y sus dolorosas caídas no me valían de consuelo ni me ayudaban a ir más deprisa. Ahora sí que tenía la sensación de que las piernas me iban a fallar de un momento a otro, tanto, que para mí fue un alivio llegar a las zonas más llanas que rodeaban el ansiado refugio: isotónico, medio plátano y, pasando por completo ya del gel, de nuevo me lancé a la subida con el ánimo del que va a trabajar a las seis de la mañana.
Esta vez tuve mucha suerte porque al poco de empezar a ascender me pasó la segunda clasificada y su ritmo para mí fue un bálsamo reparador. No tuve más que seguirla en el ascenso sin otro ánimo que mantenerme así hasta la llegada. Curiosamente logré incluso reponerme desde entonces, llegando a dejarla en las zonas llanas y en las bajadas sin que a partir de ese  momento me pasaran muchos más corredores. Para mi este hecho fue fundamental dado que, después del primer paso por el refugio, quedaba otro tanto de subida semejante a la ya hecha y pareja bajada, esta sí un verdadero tormento que me obligó a bajar andando a ratos para dar descanso a unas inseguras piernas. Una lástima que no pudiera hacer un par de últimos kilómetros a tope para conseguir bajar de las cuatro horas. La pendiente, esta vez muy favorable, no valía de nada ante la imposibilidad de alargar una zancada por un terreno plagado de piedras sueltas. Imposible resistir con mi estado muscular tanta irregularidad sin caerme. Justo un kilómetro antes de meta me pasó, con una envidiable potencia, la corredora que quedó segunda clasificada que también le arrebató a la que me sirvió de liebre su ya casi seguro segundo puesto. Sin más acabé una, a pesar del fracaso de mi estrategia, muy bonita carrera, con unos paisajes espectaculares que me siguen invitando a probar de nuevo.

Permitidme un último consejo: todo el que quiera un reto corto pero intenso, que pruebe con este fabuloso trayecto, que con el tiempo puede convertirse en un verdadero clásico.

29 de octubre de 2012

La Integral

Ayer tuve ocasión de descubrir la Integral de la Pedriza. Algo que merece una entrada en este espacio.
Así que de buena mañana, con -2º de temperatura en Villalba nos fuimos Dioni, Fernan, Mikel, Luis y yo para Manzanares en Real en la megafurgoneta de Dioni que me trajo entrañables recuerdos de una antecedente suya "la Amparo" que alguno que lea esto recordará.
A pesar del fresquete se podía aguantar con pantalones cortos y de esa guisa cruzamos el puente en dirección a nuestro primer objetivo: La pradera del Yelmo.
La integral es un recorrido que no puede dejarte indiferente. A la dureza de su recorrido repleto de desniveles, trepadas y destrepadas añade un sinfin de rincones mágicos, sacados de postales o escenas que recuerdan al Señor de los Anillos. Las rocas adquieren personalidad propia que va mas allá de las formas y de las apariencias que tengan. Fueron varios lo momentos en los que me costaba creerme unos a pocos miles de metros de la "civilización".
Es cierto que algunos pasos entre rocas me fueron complicados. La falta de práctica y el paso de los años, como no, hacen mella y lamentablemente se nota. Pero os aseguro que disfruté de cada uno de esos collados: de las Dehesillas, Carabina o Miradero, o del Cabrón por nombrar alguno. O de los farallones de Santillana, de las Torres, del Indio, de la vista de la Najarra  con la Cuerda Larga al alcance de apenas unos minutos....
Gracias al conocimiento del recorrido por parte de  Fernando, de la animosidad de Luis, siempre sacando una sonrisa de los demás, del buen ánimo de Dioni (cada vez más en forma) y del compañerismo de Mikel disfruté de una mañana fria, con algunas placas de hielo, pero luminosa, plena,  que os aseguro para mi será ya inolvidable. Porque, volveré a la Pedriza. Volveré a la Integral. Pero la primera, siempre es la primera y creo que salvo por el tropiezo y caida de Mikel en el tramo final (sin aparentes graves consecuencias) todo lo demás fue exepcional.
Gracias compañeros. Gracias Pedriza.



26 de octubre de 2012

Maratón Solidario: Objetivo conseguido. (por Dioni)


Hace unos días se celebró la Maratón Solidaria de Montaña de San Lorenzo de El Escorial, Dioni nos cuenta sus sensaciones durante la misma:


Bueno lo primero agradecerle a Mikel  esta oportunidad de escribir en el blog de los locos y a todos los demás locos por sus apoyos y ánimos, bueno empecemos que me enrollo...

Sábado 20 octubre 6:00 am


Suena el despertador, después de haber pasado una buena noche sin demasiados nervios, me despierto con un hormigueo en el estómago, me pasa siempre que voy a alguna carrera, pero esta es especial para mí ya que es mi primer Maratón de montaña, así que el hormigueo es más intenso. Empezamos con el ritual del desayuno, batido de  Herbalife (aprovecho y me hago un poco de publi) y un platano, me pongo la ropa de batalla, preparo ropa por "sí acá" en la mochila (por cierto, luego no use nada). Utilicé los consejos que Prisi nos dio por el whatsapp, ropa de quita y pon "rápida" (manguitos, chaleco, etc).

Cuando termino con todos mis preparativos, veo a mis pomponeras preparadas esperándome ya para irnos en busca de Gonchu , mi padre y José Gym, camino de San Lorenzo del Escorial,  que es donde comienza mi gran objetivo del año, mi primera maratón y de montaña, junto a mis compañeros antes mencionados e Iván (el hijo del mudo) y  su amigo David.

Llegamos a San Lorenzo del Escorial , buscamos un aparcamiento que nos facilita mi amigo, el gran kike (policía de San Lorenzo), otro "loco", después de saludarle y explicarnos algo de la carrera, nos ponemos camino de la salida para recoger dorsales y entre que nos juntamos todos y no paramos de hablar de la carrera nos llaman ya para la salida y ni hemos calentado ¡Empezamos bien!

Cuenta atrás y todos a correr, se acaban los nervios y solo pienso  en ir controlándome  para no cometer ningún error y terminar la carrera (soy novato), nos agrupamos Niki, Gonchu, José y yo. Iván y David van por delante, nosotros llevamos un ritmo tranquilo porque nos queda mucho, a los pocos km Gonchu le dice a Niki que tire él, que va más fuerte que nosotros. Nosotros a nuestro ritmo seguimos detrás, empieza la subida y empiezan los tapones, comenzamos a andar, según vamos subiendo a Abantos se empieza a estirar la carrera, nosotros seguimos los tres juntos andando/corriendo a nuestro ritmo, coronamos y empezamos a  bajar por la loma, ya corremos a buen ritmo hasta llegar al avituallamiento del km 11,5 donde Gonchu nos da la noticia (que ya nos llevaba diciendo toda la semana) de que se va ya para meta, que hace la media maratón, es lo más sensato ya que arrastra una lesión y lo mejor es recuperarse bien, le despido diciéndole que la próxima la tenemos que terminar juntos.

José y yo seguimos camino de Robledondo, por caminos que no nos esperábamos, pista casi nada, todo campo a través y caminos muy bonitos (recomendable 100%) para mi gusto. Llegamos al avituallamiento de Santa María de la Alameda, en el km 19 según organización y el 16,5 km según mi garmin, seguimos hacia Robledondo y ya casi llegando, a lo lejos veo a una fotógrafa que me suena, es una de mis pomponeras (Arantxa, mi mujer) que empieza a animarnos como una loca y nos acompaña corriendo hasta el avituallamiento que esta situado en el centro del pueblo de Robledondo, donde nos espera mi hija Iratxe, mi padre y Nuria (la chica de Iván)



Allí bebemos un poco y comemos, fotitos de rigor y a seguir, casi me ahogo con una avellana mientras corría, ¡qué mal lo pase!

Salimos de Robledondo y nos espera otra súbidita en la que vamos andando, hablando y comentado que esta yendo bien la carrera, al coronar nos juntamos con un corredor del tierra trágame, que es por cierto de los pocos que lleva todas las ediciones del MAN terminadas, con el que comenzamos la bajada y compartimos km que pasan muy rápido ya que no paramos de hablar, en otra de las subidas nos encontramos con David, que nos comenta que va mal con los gemelos, nos acompaña unos kilómetros, pero nos dice que tiremos que el no puede, le damos unos ánimos y continuamos, llegamos al avituallamiento del km 32, allí nos dicen que ya es todo bajada menos dos rampitas así que nos lanzamos camino de meta. La bajada es muy bonita, con un zigzagueo entré pinares hasta llegar a una pista, donde en el último avituallamiento nos dicen que nos quedan 3 km. Parece que esto está llegando a su fin y lo empiezo a notar en los nervios, vuelve el hormigueo, seguimos bajando y cogemos  ya la carretera donde empiezo a notar los cuadriceps cargadísimos, nos dicen que queda 1 km y empezamos a ir más rápido, le digo a José que como no baje el ritmo no llego, que tengo los cuadriceps rotos, pero entre la gente que animaba y el ver la meta al fondo con mis pomponeras , mi padre, Gonchu y Niki se me quitaron todas los dolores .

Entramos en meta, mi compañero de fatigas y amigo José y yo con un tiempo de 5 h 25 min, y con un abrazo culminamos este objetivo que nos habíamos marcado para este año.

Felicitaciones y abrazos con los compañeros , familia, amigos. Ahora a pensar cual va ha ser la próxima ..................... Ya tengo ganas, esto es sólo el principio de muchas, como me dijo un gran corremontes.

Muchas gracias a todos los locos del cerro por enseñarme este mundo de locos, es un honor correr con gente como vosotros y espero poder seguir haciéndolo mucho tiempo, gracias.

Muchas gracias a mis chicas, mis pomponeras, mi vida, por acompañarme a todas mis locuras, a Gonchu por esos kilómetros compartidos hasta el 11,5, sus ánimos y entrenos que nos hemos marcado juntos y que me han venido de lujo, a Niki por estar allí esperando y animarnos, a mi Padre, a Iván (el mudín), recupera ese pie, eres un MAkINA  (la próxima la bordas), al señor del tierra trágame (no me acuerdo de su nombre) por sus consejos y su charla que nos hizo los km más cortos,a la organización, que se ha portado muy bien y se ha currado mucho el recorrido y un "GRACIAS" para mi compañero de fatigas, José. un tío grande.            

               ¡OS ESPERO EN LA PRÓXIMA!
                                    GRACIAS Y MIL GRACIAS 


                                                     Nos vemos en la montaña !!!

19 de octubre de 2012

Un fracaso no es una derrota.

Leyendo un anterior post de nuestro compañero Fernan me he animado a redactar unas líneas sobre una crónica de la cual no tenía pensado escribir.

Agárrense que va en "achendere";

Imagínense por un momento una carrera que se afronta con sensaciones de tristeza desde el principio cuando tienes la casi total seguridad que no la podrás finalizar y quedando un pequeño atisbo de esperanza para que una casi curada lesión no resurja y puedas disfrutar de unos kilómetros con los compañeros que tanto has entrenado para ésta carrera.
Con éstos últimos pensamientos afronté mi primera Madrid-Segovia viendo los 100km como una lejana distancia que seguramente no alcanzaría.


Ya desde muy temprano viajando con compañeros en el autobús dirección Madrid, fui pensando en cómo hacer para que mis pies no sufrieran en exceso y la lesión no aflorase. En vez de ir de risas con mis compañeros, fuí re-estudiando la técnica a seguir.

Por suerte el ambiente en Plaza de Castilla era muy bueno. Compañeros del club, algunos conocidos y muchas ganas de correr kilómetros eran las sensaciones que notaba a mi alrededor, algo que quizás yo no podría emanar... Sin darnos cuenta comenzamos la salida y muy pronto comprobamos que se distanciaban algunos de nuestros compañeros y fui con los que más tranquilo se lo tomaron. 
Así fuimos disfrutando kms Chema, Carlos, Halfon y yo. Sentí el enorme compañerismo de Chema que compartía su experiencia en esta carrera ya que en todo momento fue pendiente de nuestros ritmos y mimando cada una de nuestras zancadas.

Saliendo de Madrid y pasando cerca de mi querido Valdelatas empecé a notar que la zancada no era cómoda ni larga y sobre todo en el caminar. Esto me hizo sufrir porque andando suelo ir rápido y esta carrera la orientaba para andar bastante.
Tiro muy pronto de los bastones y pienso que ha sido una acertada opción haberlos llevado para esta ocasión. Al salir del primer avituallamiento de Tres Cantos y aún cómodo decidí no forzar nada y ser el último del grupo. Ésto se acentuó cuando empezamos a distanciarnos Carlos y yo de Chema y Halfon.

Según pasaron los kms el piramidal me avisa y mis compañeros me alertan que tenga cuidado, pero afortunadamente me recupero rápido y continúo pero sin mi zancada normal.
Casi llegando al avituallamiento de Colmenar noto "algo" en el pie izquierdo y siento que es la lesión que está ahí viva, siento como la pequeña esperanza que tenía se desvanece rápidamente, pero sigo mi camino e intento disfrutar de los ánimos de los voluntarios y corredores. 
El calor que se nota en ascenso pero eso no evita que lleguemos a Colmenar y recarguemos pilas.

El camino hasta el Puente medieval se nota como distanciamos con Halfon y Chema. Una vez allí estaban los enormes e incondicionales Dioni y familia que me alegra enormemente verles. Aquí ya iba sufriendo porque me costaba seguir el ritmo y eso no era normal.
Decidí seguir y el camino hasta Manzanares se me hizo duro por el calor haciéndolo detrás de Carlos ya que trotando ganaba mucho terreno pero andando lo perdía exageradamente.

En Manzanares, mis compañeros partieron y yo descansé un poco mas, me tomé tiempo. 
El camino a Mataelpino fue mas duro porque llegando si noté como el pie sufría un poco y la llegada a éste avituallamiento fue muy deseada. Hablamos con los de protección Civil que curiosamente eran de C. Villalba y me dieron reflex en el pie.

Chema se interesa por mí y le digo que continuaré pero sin prisa, y quedo descansando justo al lado de la genial fuente del avituallamiento de Mataelpino y con buena música de fondo.
Descansando, no olvido un tema que ese momento me hizo mucho pensar y sin quererlo me carga las pilas (Phil Collins - In The Air), tanta energía desprende este tema que me empuja a levantarme y seguir sin apenas esperanza de una meta, simplemente por la sensación de ir a terreno conocido y disfrutar de terreno mas montañoso. "Hoy lo demás da igual".


Esta parte de carrera en dirección a la Barranca noto que la lesión aflora un poco hace que no pueda andar como quisiera. Algún amable corredor se interesa por la cojera que arrastro y me dice que si estoy bien, le contesto que quizás no llege a Segovia con una sonrrisa.

Por primera vez en la carrera me paro en el acceso a la Barranca porque sufro de verdad, y algún voluntario en Quad me da reflex en la espalda y me dice que si estoy mal me sube. Le digo que no que de momento puedo llegar.
En el avituallamiento mis compañeros me echan la bronca y siento como la llegada al tan deseando descanso se me hace mas duro de lo normal, seguidamente me entero que Carlos había decidido retirarse de la carrera y no continúa.
Decido llegar hasta Cercedilla donde espero estarán mis chicas animando. Sé que llego, pero no debería forzar más de Cercedilla. Se lo comunico a Chema y Halfon, pero no les sienta bien y se enfadan conmigo. La noticia no les gusta y ellos continúan, yo quedo un rato tumbado en un banco mirando el cielo que empieza a perder luminosidad. 
Decir que la genial mujer de Chema me comenta que si me encuentro mal me viene a buscar a la Fonda Real. Muchas gracias, gran detalle.

La salida hacia Cercedilla es dura porque cojeo un poco mas y me cuesta pisar. Por el camino charlo con una simpática mujer que iba andando a muy buen ritmo, me pregunta y le comento que no voy bien y me anima para llegar a Cercedilla. Este tramo me pongo el frontal y luz trasera.
Curiosamente empiezo a correr y me siento bien de patas, pero el pie izquierdo alerta en cada pisada. 
Llego rápido a la Fonda Real y sin darme cuenta corro hasta Cercedilla. Llegando al polideportivo de Cercedilla me encuentro a Chema, Carlos, Alex, Ricky, Hugo, MA Vallejo, que iban a pillar el coche para ir a Segovia. Chema me dice que está mi madre, mi mujer y mi pequeña esperando en el avituallamiento y me dice MUY SERIAMENTE que ni se me ocurra seguir.

Llego al avituallamiento de Cercedilla feliz de ver a mi madre que que no suele venir a carreras y a mis chicas. Soy feliz. 

Voy a sellar mi último avituallamiento y pillo la sabrosa paella. Por un momento pienso que podría seguir y seguramente llegaría, pero es muy arriesgado porque la lesión ahora se agravaría seriamente. Ahora sí, decido definitivamente quedarme.

Como 2 platos de paella, charlo feliz con mi familia y parece que no me afecte mi decisión. 
Como es tarde para la peque decidimos irnos. Sentado en el asiento de atrás veo a un corredor con su frontal, su mochila y su luz trasera que se pierde a lo lejos, por dentro le deseo suerte.

Pienso que otro año intentaré ser yo el que continúa desde Cercedilla con esa mochila, ese frontal y abrigado para afrontar el Puerto de la Fuenfría y llegar al acueducto de Segovia.

Hoy es un día duro, no ha sido una gran carrera pero es mejor así. 
Sigo aprendiendo.


18 de octubre de 2012

A veces las cosas no salen como uno esperaba

Si el mundo del ultratail y de las carreras de montaña no fuera duro, con toda probabilidad no lo hubiera elegido como actividad o ya estaría cansado de ellos. El miedo, la falta de seguridad al afrontar incluso los entrenamientos, es un acicate más que sirve de revulsivo para seguir probando una y otra vez. Es como si ese temor a no estar a la altura fuera una vuelta a los inicios, a ese primigenio deseo que nos llevó a esta afición. No sé si alguien llega en algún momento, al enfrentarse a largas distancias, a adquirir la suficiente certeza de que las circunstancias se desarrollarán como su mente lo ha ido imaginando a lo largo de los días previos, pero en mi caso, no termino de relajarme hasta que todo empieza.


Así afronté el pasado 22 de septiembre la Madrid-Segovia con la intención de mejorar los tiempos del año pasado e incluso con la esperanza real de pisar podium en la clasificación por equipos. Sin entrar en los pormenores de por qué tuve que abandonar (quiero que pase el tiempo y poder así tener una visión más pausada de todo) quisiera reflexionar en voz alta sobre las sensaciones que me fueron invadiendo según fui siendo consciente de que esta vez el sueño no había sido posible y de lo mustios que pudieron llegar a ser los inmediatos días posteriores.

Al principio vamos tan mal que en lo único que pensamos es en dejar de sufrir sin sentido porque todo esto no deja de ser un pasatiempo y es fácil buscar motivos para abandonar y muy difícil pensar en justificaciones para seguir adelante. Esta satisfacción tras el abandono definitivo (en mi caso la mente estaba ausente ya kilómetros atrás), dura el mismo tiempo que vamos necesitando para recuperar el cuerpo de tal modo que poco a poco los padecimientos parecen menos y las pequeñas dudas que tuvimos esporádicamente al dejar la carrera, van acrecentándose de manera proporcional. Ya no tenemos tan claro que ‘necesitáramos’ tirar la toalla al tiempo que vemos que otros van consiguiendo sus merecidos objetivos. Su enorme felicidad, muy por encima de todos los enormes sufrimientos que en muchos casos habrán pasado, pone en duda tu tesón ahondando más en dichas vacilaciones. Quizá debiéramos haber aguantado un poco más; quizá tendríamos que haber descansado e intentado seguir, quizá, quizá, quizá,…

Y todo esto no ha hecho más que comenzar. A lo largo de los días siguientes, con aquellos tormentos pasados cada vez más suavizados y más diluidos en tu memoria, tendrás que ir contándole a un nutrido grupo de conocidos (más numeroso cuanta más gente hiciste partícipe de tu proyecto) cómo acabaste rindiéndote ante el colosal esfuerzo. En muchos casos te duele más ver la confianza sincera que muchos tienen en tu éxito y la decepción de sus miradas, que tu propio fracaso. Su franqueza es una punzada más en una moral alicaída. A veces te sorprende no sólo la cantidad de personas que saben que corres sino la de ellos que muestra interés por tus andanzas. Ahora te parecen muchos más de los que desearas aunque, como es lógico, rememoras con ellos en una y otra ocasión (eso sí, cada vez más resumida) la historia de tu decepción.

También es verdad que no hay mal que cien años dure y que las ganas de demostrar que sigues ahí son un verdadero aliciente para afrontar unos entrenamientos que una semana antes mostraban ya signos de cansancio. Ahora, sin embargo, has recuperado milagrosamente el deseo de correr, de ‘darte caña’. Incluso te gustaría que la próxima carrera estuviera ahí mismo, a la vuelta de unos días. Mientras los que terminan descansan, pausando un poco su ritmo, tú vas a la contra, a una velocidad meteórica…

¡Mucho ojo con ese prurito ‘carrerista’! Puede atragantársete en la siguiente…

17 de octubre de 2012

Las mil y una carreras por el Cerro

Parece que nuestra Cerro del Telégrafo, con Cabeza Mediana, Peña Redonda y Pico Martillo, da mucho de sí. Tenía curiosidad de ver un mapa con unos cuantos tracks unidos... ¡Increible!


Y no están todos los que son...

7 de octubre de 2012

IN MEMORIAM



Nunca pensamos que este monte, 
que tantas satisfacciones nos da,
tantas alegrías, tan buenos momentos,
a veces, algunas veces,
como un desgarrador cuchillo helado,
puede clavarse en nuestro pecho,
quemando nuestras entrañas.
Recordarnos que  allí donde están
nuestros júbilos permanecen agazapados
nuestros miedos y nuestras desesperanzas.

Hoy quiero gritar, mientras corro desesperado
por estos caminos tantas veces hollados,
que nos ha derribado un golpe brutal
pero que seguimos vivos.
Que con dolor continuamos creyendo en lo que hacemos.
Que aunque las lágrimas enturbien estos bellos paisajes,
tantas veces contemplados
seguimos corriendo por Teresa
y por todos aquellos que comparten sus ilusiones,
esas sí, nunca truncadas.


(En la cima de nuestro Cerro)

Magovia 2012


Buen nombre para esta carrera, visto por primera vez en el twitter de Mayayo hace unos días, a lo largo del día fue ganando puntos como denominación futura de la prueba.

Y este agobia tanto, con su asfalto, sus pistas polvorientas, el terrible calor y la falta de agua y señales, que por fin he decidido dejar de sufrir a lo tonto y dedicar a partir de ahora mi tiempo a otro tipo de carreras, no sé si más cortas o más largas, pero seguro que más montañeras.


Y es que no me quiero engañar más, la “Magovia” no me gusta, tal vez en otra época del año sus primeros kilómetros no fueran tan sumamente feos y no se entraría con treinta grados y un sol de justicia en la zona de la Barranca, tal vez con otros organizadores el agua no estaría restringida a 350ml (que aunque lo parezca no es lo mismo que 500) y los últimos kilómetros, esos que haces a oscuras y muy cansado estuviesen bien señalizados... Como veis, durante la carrera e incluso ahora, no le encuentro más que peros, por lo que es mejor dejarlo y dedicarse a otros menesteres.

Pero no culpo a nadie, ha sido mi tercera participación y sabía lo que había, tenía la tranquilidad de conocer bien el terreno y no estar preocupado por las inexistentes señales, eso hizo que en los últimos kilómetros tuviera que dar unos cuantos gritos para alertar a aquellos corredores que iban por delante y se alejaban del “buen camino”. Por supuesto, tampoco culpo a los esforzados voluntarios que hacen lo que pueden con escasos medios y una sonrisa en la boca mientras notas como sienten profundamente no poder darte una botella de agua para rellenar un bidón tras haber pasado ocho kilómetros bajo un sol de justicia en una pista polvorienta.

Como dicta la tradición, el primer kilómetros se hizo en grupo, con los más y los menos rápidos en comunión, esta vez fue difícil unirnos, ya que muchos marchadores se colocaron en las primeras posiciones de la salida y entre esquivar a unos o evitar los bastonazos de otros se rompió un poco el “hermanamiento”. A partir del segundo kilómetro se formó el grupo-equipo que pretendía llegar a Segovia: Ppong, Prisillas, ElhermanodAlex, Vallejo y un servidor trotaron sin descanso hasta Tres Cantos, siguieron hasta el río que lo separa de Colmenar y comenzaron a caminar un poco camino del cementerio colmenareño.

Poco a poco, la falta de entrenamiento se hizo notar y el calor y las rodillas nos quitaron a Luis en el Puente Medieval, de nuevo nos íbamos a quedar con las ganas de entrar juntos en una ultra... Fue por eso el siguiente, hasta Manzanares, un parcial anímicamente malo, lo que unido a encontrarme a Biri retirado antes del castillo me hizo dudar durante tres segundos de si debía continuar. Los ánimos de Aran, Ángela, Biri, Pels y Miguel no me permitieron volver a pensar en ello.

Pasé buenos ratos en el siguiente tramo, tranquilos, sin prisas, tenía en mente la fuente de la ermita en El Boalo, y sobre todo, la maravillosa fuente de Mataelpino... mojarme allí la cabeza es una de las mejores cosas de toda la carrera. No obstante, tenía en mente lo que esperaba, esa terrible Barranca, su calor y su falta de agua... llegué bien hasta el cruce donde nos esperaban nuestras “mamás”, aquellas que tan bien nos han cuidado, pasé con cierta soltura la zona de senda, pero una vez llegados a la pista el calor, el polvo y los dos puñeteros kilómetros hasta el avituallamiento me mataron.

Pero uno va siendo perro viejo en estas lides, en una carrera así puedes ir sobrado y caer al infierno en dos minutos o renacer de unas brasas que parecían apagadas. Sabía que me iba a recuperar, solo necesitaba dos minutos de descanso y un poco de agua que echarme al gaznate. Tuve que conformarme con un poco de Coca Cola caliente, ya que si me bebía el agua no podría rellenar el bidón, y di gracias por poder acceder a una silla durante un rato (había bancos ocupados por cajas de agua y demás en los que los corredores no podían sentarse, e incluso vi como abroncaron a un chaval, muy cansado, por sentarse en una caja).

En ese momento, más por mala leche que por haber descansado lo suficiente, salimos hacia Cercedilla, donde nos encontramos con mucha gente a la que saludar y pudimos descansar al sol del patio, ya que este año tampoco podíamos acceder al interior del edificio para resguardarnos con un poco de sombra.



Con muchas ganas de acabar con todo de una vez, cometí el error de no esperar a David Vallejo, que se había quedado un poco antes de llegar a Cercedilla. La verdad es que no dejo de darle vueltas pero ya nada puedo hacer, no es la primera vez que lo hago y supongo entonces que tampoco será la última, no obstante, me lo apunto para intentar evitarlo en futuras ocasiones.

Poca chicha de allí a la meta en mi caso, tenía fuerzas y el calor ya no molestaba, la subida a Fuenfría fue buena y la bajada mejor, con fuerzas y ganas para mucho más. Por desgracia, los pies de Prisillas no estaban para muchos trotes y Ppong sufrió bastante “de lo suyo”, así que nos dejamos llevar poco a poco hasta el acueducto.

Muchas horas, gran compañía, y mucha gente esperando en meta, alegrón al verlos a todos, sobre todo a Luisete, a quien va dedicada sin duda esta carrera y con quien algún día terminaré alguna ¿verdad?

1 de octubre de 2012

Un día muy triste...



Desde lo más alto
mientras se pone el sol,
un grito de dolor y rabia rasga el aire.
Hoy la tribu de los corremontes
llora en las cumbres.
Descansa en paz, Teresa. — en Canto Hastial.