16 de mayo de 2015

Zegama

Es, es, es, es, es  y a la sexta fue (o la séptima, qué sé yo). Casi sin quererlo se acerca el momento. Amanece en Zegama mientras la niebla y una suave llovizna arropan a la montaña. Durante toda la noche lo único que has logrado hacer es escuchar de fondo, con los ojos abiertos, el fragor de la batalla. Fragor de batallas pasadas en las que otros guerreros en la misma tierra lucharon por el sabor a gloria. Atrás se dejan muchas horas de preparación que empujan a tus músculos a hacerse notar. Llega la hora, te levantas y sigues el ritual, como el torero antes de salir al coso. Quieres soledad. Necesitas soledad. Tendrás soledad. Porque durante el día de hoy y hasta que pongas el pie en la plaza de Zegama, ya de recogida, estarás tu sólo con tus pensamientos. Sonreirás nervioso desde la seriedad de tu interior, porque la cabeza no perderá la concentración en ningún momento. Tu mirada siempre en lontananza, perdida. El resto de locos también estarán, pero es que esta soledad es especial, es de las que se comparten, tú ya lo entiendes.
Casi sin darte cuenta estarás de pie en la plaza. Arrancarás a correr mientras vítores y jaleos ayudan a que desde el principio te exprimas. El grupo se estira y rápido tus pies te llevarán a ir como el rayo a través de los hayedos, a subir Aratz, atravesar Aizkorri, ascender Aitxuri y descender serpenteando a la campa de Urbía donde las ovejas latxas verán perderse tu figura hacia Andraitz. Nuestro aliento te empujará cuando las fuerzas parezcan flaquear, porque realmente no flaquearan. No. Esta vez no. Esta vez corres tú y corremos todos. En cada paso nos iremos dando relevos para que el ritmo sea frenético y no decaiga. Aunque amigo, también habrá que correr con cabeza, que no todo será sentimental y lo físico tiene límites.
Entrarás ahíto en Zegama. Saciado. Erguido y buscando con la mirada el único objetivo que te ha llevado hasta allí. Si no el único sí el más importante. Naia esperará, sin ser muy consciente de ello, que la cojas y la aprietes contra ti. Y a Elena le darás un beso en la boca que sabrá a barro, sudor, lágrimas de felicidad y amor verdadero.
Alberto, vuela, por favor. Vuela por todos nosotros pero saborea la entrada en meta. Allí no tengas prisa. Dedícale el tiempo que sea necesario para fijar esa imagen en tu retina y abrazar a los que te quieren y tú amas. Será lo mejor que te lleves a casa y conserves el resto de tus días. El tiempo en ese momento ya no importará. Así lo deseo, amigo. Así lo desea mi corazón.

Ondo, ondo, oso ondo. Lasai.

2 comentarios:

  1. La imagen de la meta. Y las sensaciones que la acompañan. Una mezcla de esfuerzo, sudor, vivencias,.... pero con una inmensa liberación de placer. Deseas que los que te rodean, que los que han estado a tu lado sientan esa inmensa satisfacción del deseo cumplido. Es algo además que no se pierde en un instante: seguirás reviviéndolo en días, meses, posteriores en una lenta y agradable continuidad.
    El que crea que no merece la pena es que no ha sentido nunca el placer del paraíso entre los hombres
    Enhorabuena Alberto. Y Luis por tu entrada.

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  2. Bravo amigo. Sumaste, vaya si sumaste con tus palabras y con tu acción. Una sorpresa para todos y una inyección de emoción más para nuestro campeón aquella mañana.
    Chapeau Luis!.

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