16 de junio de 2013

Naia

Escucho las cuerdas afinadas del piano vibrar in crescendo mientras su música rebota contra las montañas, las mismas montañas que me susurran que el director, acompañado del productor y montador, dirige a un actor de marcado bigote que disfrazado de guardia civil arenga al maestro para que hasta el último de sus pupilos se deje el resto en una nueva aventura (¿eh, JoseGym?). El gallu cantó con el amanecer y su kíkirikí también se oyó en toda su extensión. Pero hoy me vais a disculpar porque no escribiré para el pianista, ni para el maestro, el abuelo o cualquier otro que no sea el niño. El niño que creció (y vaya si creció) entorno a la misma calle del centro donde crecí, el niño que se hizo mayor y que aún no sabe bien lo que esto va a significar.

Una exigua neblina, atribulada por los temores, empaña mi mirada. Es de noche, una noche clara y por fin mis brazos encuentran la espalda del niño que se hizo hombre. –“Si casi estabas llorando” me dijo y qué razón llevaba. Yo lo quise ocultar pero los ojos vidriosos me delataban aunque la colaboradora noche me echaba una mano para disimularlo. Ese abrazo supuso un respiro, un alivio, un descanso pero sobre todo la consolidación de una realidad, el niño había llegado bien y éramos muchos los que estábamos sufriendo por el. A escasos kilómetros le esperaba con nervios imposibles la que ahora será mamá, que quedó mil veces más tranquila cuando el niño entraba en meta. Ahora, un año más tarde el niño será papá y ya nada será igual. Por eso, aunque sea una putada enorme, hoy la responsabilidad es abrumadoramente brutal, pero sin embargo estoy absolutamente seguro de que sabrás forzar la máquina hasta el límite, poner los topes a prueba, pero no sobrepasarás ni un milímetro la delgada línea que al otro lado se corta. Correrás como nunca corriste, tendrás algo especial que continuamente volverá a tu cabeza y te hará continuar, exprimirte, seguir, una y otra vez, una vez más y otra más aún superarás el cansancio, los kilómetros y la adversidad, porque mañana sólo habrá una adversidad y ésta serás tú mismo. Será tu cabeza. Empléala y después, a descansar junto a la mamá. Cada vez que se te presente algo negativo piensa en ellas y continuarás. Cada paso estará consagrado a una única verdad y esa verdad es la que te hará volar. Tu sabes como hacerlo, ahora sólo déjate llevar.


Un fuerte abrazo, papá.

1 comentario:

  1. Luisito.... Una vez mas me dejas atonito, sin palabras, con un nudo en la garganta.... MAMonazo!!!!
    Te puedo asegurar q ese abrazo me marco de verdad y lo tengo grabado a fuego en mi corazon, el cual latira perfectamente coordinado para hacer lo que pueda hoy y durante la nueva etapa q viene.
    Gracias AMIGO!!!!

    ResponderEliminar