Llego a casa. Con un leve retraso sobre mi horario habitual. Apenas cinco minutos. El cielo comienza a ennegrecer, aún faltan unos días para el cambio de horario que se adivina. Pero la noche acecha. Mi ánimo comienza a flaquear. "Ahora a correr...." .
Miro el teléfono. Busco el grupo de washap para ver si hay confirmación de quedada. Nada. Toca salir sólo. Las dudas se abren paso en mi cabeza y comienzo a pensar "¿y si lo dejo para mañana?". Bombardeo de pensamientos en la misma línea "así doy un día más de descanso a la rodilla", "total esta semana me vale con salir tres días", "voy a sacar al perro que lleva un rato solo".... "casi lo dejo para mañana".
No pasa nada. Hay que adaptarse y escuchar al cuerpo. No vivimos de esto.
Esto es así, cierto. Pero ya sabemos todos lo que pasa cuando se hace habitual dejar los deberes "para mañana".
Es que si son deberes no vale la pena Prisi. Bastantes deberes tenemos a diario como para cargar con más, y además de manera voluntaria. Tras siete meses parado mi mayor conclusión ha sido disfrutar de cada kilómetro cada vez que me ponga las zapatillas. Y si no hay objetivo es divertido sacar al perro o leer un rato, según se acerque el mes de junio y se huela el MAM esas sensaciones desaparecerán. ¡Ánimo!
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