17 de febrero de 2014

GR 10. Al final fue un bonito reto.


Aunque todavía no he reflexionado lo suficiente porque el fin de semana ha sido intenso me gustaría participar en lo que espero sea un pequeño debate sobre el tema. Creo sinceramente que comprendo la situación y las motivaciones de los que eligieron este sábado un camino u otro a la hora de hacer el GR 10 aunque en ambos casos con matices.

Vaya por delante que esta vez la situación y mi visión de la realidad cambiaron radicalmente a mitad de semana porque las condiciones mejoraron bastante con respecto a la salida del sábado pasado. Sin duda Luis, tiene ya la experiencia y puede hacerse a una idea de lo que puede ser una mediana ventisca en altura. Al ir andando y hacer paradas, además es consciente del castigo a que somete al cuerpo el frío extremo. Todo se hace largo, hasta una simple subida a Montón de Trigo. Ello quizá pudo influir en su decisión de este fin de semana aunque el hecho de trotar con Josegym, Josema y Mikel ya es motivación suficiente.

¿Y por qué digo que comprendo a los dos grupos que se formaron? En primer lugar porque no me termina de convencer el riesgo ‘per se’. Me parece que la ‘aventura’ surge aunque uno no quiera y muchas veces no es necesario ir a buscarla y, sobre todo, hacerlo en grupo. Y me explico: hasta que no vives una situación dura, no sabes cómo va a ser la reacción de la gente. El ejemplo en Cotaruelo que pone en su entrada Josema es muy típico: es tan simple como agarrarse a unas clavijas sabiendo que no se puede fallar. Cuando fui por esa zona con Arantxa y conociendo su vértigo opté directamente por evitarlas aunque esa misma semana tuve que bajar por ellas con una chica que no podía andar y a la que tuvimos que ayudar  por si tenía algún mal apoyo con la pierna lesionada. ¿Qué puede ocurrir cuando vas con un grupo numeroso? Pues que alguien que no te esperas se bloquee de repente y sea incapaz de seguir o decida que su límite ha llegado.

Otro ejemplo. ¿Qué ocurre cuándo a alguien se le sale un crampón en mitad de un tubo de hielo? Pues que su nerviosismo, la tensión desbocada hace que el esfuerzo extremo le agote para el resto del día en mitad del frío intenso… Y eso ni él mismo, grande y fuerte, con unas cualidades físicas otras veces demostradas, se lo espera. Otro caso vivido.

¿Y por qué digo que comprendo a la gente que arriesga? Porque las pocas veces que he visto el peligro de verdad, el peligro con mayúsculas, y he sentido miedo, el mismo que hace que tus músculos se muevan de forma involuntaria y te deja la boca seca, a pesar de todo, he tenido suficiente aguante para no perder la calma. Si hay que meterse una buena leche que sea sin aspavientos, si hay que dejarse llevar hasta el agotamiento para encontrar una salida no se piensa… El subidón de adrenalina superada la dificultad no se olvida fácilmente. Y pongo otro ejemplo. Aún recuerdo cuando por imprudencia hice sin piolet la subida a Cabeza de Hierro desde Cotos por una placa de hielo, que no dejaba ver prácticamente ni una piedra, y a mitad de camino la tensión hacía que me dieran calambres por ir demasiado tiempo y demasiado lento sobre las dos puntas delanteras de los crampones evitando cualquier desequilibrio que me hiciera caer. Llegar arriba y ver que esta vez no te ha tocado con cientos de metros de caída más abajo te da un 'subidón' bastante  decente después del miedo pasado. Al año siguiente murió allí mismo una chica con la que había coincidido en alguna marcha montañera. Bajó golpeándose y llevándose por delante a su marido que trató de pararla. Y los dos llevaban piolet. Nada pudo hacer.

¿Había un peligro real de este tipo este fin de semana? Sinceramente, y a lo mejor decepciono a alguna persona, ninguno; ni el más mínimo. Todo lo más una buena paliza si alguien se parte una pierna en alguna grieta de la Peñota o en algún resbalón en las pocas zonas donde había algo de hielo. No hacía un frío excesivo (prueba de ello es que no me llegué a poner el cortavientos en ningún momento aunque mis malditas manos no me valieran para nada). Eché de menos unas manoplas pero incluso con lentitud teníamos tiempo para ‘sacar’ a alguien en ese caso, eso sí con mucho esfuerzo y una buena paliza. El hecho de ir un buen grupo en el que establecer turnos daba plena seguridad.

Y ahora llega la pregunta para mí definitiva:

¿Hubiera habido peligro si el tiempo fuera el de la semana anterior? Sí y mucho. Más del que nos pensamos. La misma marcha con hielo y ventisca, con gente con y sin crampones hubiera sido una bomba de relojería que, estoy seguro, en un número alto de probabilidades no hubiese estallado pero.... Y otro dato: nunca hay que dar por hecho que van a poder auxiliarte, que si llamas al 112 te van a responder o que vas a tener la posibilidad de hacerlo. No cuentes por si acaso más que con tus propios medios. Arantxa estuvo más de media hora llamando en una ocasión y nadie contestó. El tiempo suficiente para que en plena ventisca y sin la ropa adecuada algunos pasemos mucho mucho frío…. Y el puerto del León quedaba lejos, muy lejos. Hay un momento para tomar decisiones y a veces el equivocarse puede ser la diferencia entre un día maravilloso o una tragedia.

2 comentarios:

  1. Pues siguiendo con las historias de abuelos cebolletas sólo añadiré que de aquellos días en el Parque Nacional de Ordesa, del que comento la situación de las clavijas, recuerdo cuatro maravillosas rutas por Bujaruelo, el propio valle de Ordesa, Añisclo y la de Cotaruelo que comento. Nos guiaba mi amigo Felipe, que un año antes estuvo por allí. En dos de estas rutas el momento de retirarse fue justamente cuando llegábamos a la cota nevada. No llevábamos crampones. Botas y pantalones de chandal y jerseys de lana. Esa nieve nos impidió llegar al Refugio de Monte Perdido desde las clavijas y por la zona de la Brecha de Rolando y también sin poder admirar el circo de Gavarnie desde la zona de Bujaruelo cuando apenas faltaban 150 mts de desnivel que salvar. Pero mi amigo Felipe tenía sus motivos. Un año antes estuvo a punto de dejarse la vida en la escupidera de Monte Perdido (donde lamentablemente es habitual que haya accidentes). Un piolet por fin clavado al tercer intento le salvó cuando ya se deslizaba hacia el abismo. Con aquel recuerdo en el alma arriesgar gratuitamente era un lujo que jamás se volvería a dar en la montaña.

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  2. Querido Biri, como siempre extraordinariamente acertado y conciso en tu reflexión. En la parte personal confesar que cuando partisteis hacia arriba y nosotros seguimos en "el llano" algo de envidia sentí, pero también es cierto que de alguna manera podía imaginarme cómo sería vuestra ruta, los riesgos que se corrían pero, sobre todo, la fortaleza física que requería y ésta, a día de hoy, no está entre mis haberes. Semana y media antes lo hablamos Mikel y yo y éste me propuso la alternativa que tomamos y me pareció lo más correcto. Hasta el día de antes se mantuvo la incertidumbre y yo creyendo que no se iba a intentar la idea original y con la mirada puesta en ir todos juntos me planteé hacer la ruta de la calle alta aun a riesgo de que me resultaran demasiados kms., pero una vez en Cercedilla y viendo que los planes pasaban por intentar la idea original creí que precisamente eso era lo mejor, seguir la idea original de cada uno y en esto creo que acerté plenamente. Como he comentado ya en el post de Prisi para mí fue una ruta cuasi perfecta pues si algo he aprendido en esto es que es vital ser sincero con uno mismo y aunque siempre con algo de valentía y locura no se puede perder la perspectiva de las capacidades y situaciones que en cada momento se han de gestionar.

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