2 de julio de 2011

Yin-yang

Sin duda el año pasado fue uno de los mejores que recuerdo, sin que mi memoria sea un dechado de virtudes en ese sentido. Cualquiera de nosotros ha sentido alguna vez durante una temporada más o menos prolongada en el tiempo (lo bueno no dura cien años) que todo se iba aliando en perfecta sincronía para ajustarse, con la precisión de un reloj atómico, a nuestros deseos e intereses. Hasta parecía, en ocasiones puntuales, que la meteorología, tan esquiva siempre a cualquier intento de control, se rendía sumisa a mis más mínimos deseos para hacerme la vida más agradable.
Los buenos resultados en las carreras, mejorando en todos mis tiempos (siempre tiene que haber una segoviana excepción a la regla), mejorando en resistencia, mejorando en potencia (cosa extraña a mis años), abriendo nuevos ultra-horizontes, conociendo mucha gente nueva,… Además, el hecho de acercarme a los 50 años me vaticinaba alguna posiblidad seria de conseguir algún trofeo a pesar de que sinceramente nunca ha logrado esto último moverme en exceso. Siempre me ha gustado competir por el placer de hacerlo: creo que es lo que nos define a la mayoría de los deportistas y lo que sigue elevando la categoría de esta actividad a las cotas más altas.
Llegué incluso a culminar lo que para mí, tan sólo un año antes, era algo inalcanzable: completar una ultra-trail, la G2H, con una soltura que a mí mismo me resultó sorprendente. Me sentía tocado por una divina providencia. Mi amigo Josema había conseguido hacer de mí (y de algún otro) un perfecto corredor de montaña.
De mi vida profesional se podía decir lo mismo: aprobé una oposición y se abrieron, de repente, nuevas expectativas para mi promoción profesional, que dormía hacía mucho tiempo, demasiado quizá, el sueño de los justos. Además cambiaba por completo de trabajo ocupando un puesto mucho más cómodo y mejor valorado que el que desempeñaba hasta ese momento. Podría seguir enumerando ejemplos pero como postrer muestra baste añadir la compra de un apartamento en una bella zona de la montaña asturiana a un muy buen precio. Resumiendo: fue más que un buen año.
En esas estábamos cuando comenzó otro que pensaba sería magnífio y me apliqué desde un principio a mis tareas: comencé una seria preparación física para afrontar con fuerza un año que esperaba gratificante.
Pero la realidad siempre caprichosa, siempre esquiva, me enseñó de repente y con la frialdad que le caracteriza, que había algo cierto en la doctrina taoista que concibe el mundo como algo cíclico, un vaivén que ora nos encumbra, ora nos hunde en los abismos. Según esta filosofía cuanto más cerca estamos del cielo más próximos podemos estar del fracaso. Su símbolo más conocido en occidente, el yin-yang, así lo refleja: dos polos que limitan los cambios mostrándonos lo difuso del límite entre la alegría y la tragedia. Esa creencia les confiere a muchos orientales valor y perseverancia en los momentos difíciles, y humildad y moderación en los éxitos. Cuando estamos a punto de lograr el máximo, no debemos olvidar nunca lo cerca que andamos de su opuesto.
En efecto, así fue: no tenía nada y ya lo había perdido todo: una lesión de menisco acabó en menos de dos meses con todas mis expectativas. Pasó un tiempo hasta que me di cuenta de la gravedad de la lesión y más aún hasta que pude operarme con lo cual a estas alturas de año y , después de casi cinco meses desde las primeras molestias serias, todavía estoy cogiendo la forma. Todos mis proyectos, todas mis ilusiones, se fueron al traste como un castillo de naipes al albur del viento. Ni que decir tiene que, tras la triste asunción de mi destino y repuesto en parte de este, en definitiva, pequeño contratiempo, mi alma de corredor de fondo me ha permitido, con mayor éxito unas veces, con cierto dolor y rabia otras, irme adaptando a las circunstancias sin pensar en lo que pudo ser y ya nunca será, asumiendo que, con paciencia y perseverancia, un nuevo y esperanzador ciclo sumirá en el olvido mi pequeña decepción…
Gracias a todos los que han sufrido conmigo o a mi lado este mal trago. A ellos dedico estas líneas por si en alguna ocasión en la que se sientan atenazados por los problemas o las mil vicisitudes de esta vida, les sirven de ánimo. No perdáis nunca la esperanza porque cuanto más cerca estamos de la tragedia más próximos podemos hallarnos de la gloria.

1 comentario:

  1. Así es la vida amigo Biri. Debemos disfrutar de los buenos momentos y luchar en los malos para que pasen lo antes posible. Seguro que el ying volverá pronto.

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