27 de mayo de 2013

Un CUT inolvidable


Si digo que no afronté este año el CUT con miedo y con dudas mentiría porque llegado el momento las continuas molestias de pubis que llevo arrastrando desde noviembre unidas a las ya habituales de tendón de Aquiles me hacían temer lo peor. Si a ello añadimos lo mal que me encontré en la última carrera larga que hice, la Madrid-Segovia, desde luego confianza era lo que me faltaba. Y mucha.
Pero allí estaba en El Berrueco intentando no desentonar con mis penas entre una gente llena de ilusión y dispuesto a disfrutar del día como el resto. Nada más encender el Fore me doy cuenta de mi primer error, además, grave. No sé cómo ni por qué pero veo con estupor que de los dos recorridos que había seleccionado, el bueno no lo había cargado por lo que tendría que guiarme con el de Mayayo (distinto en algunas zonas) corrigiendo en los puntos donde hubiera variaciones. Ello suponía añadir al desconocimiento total de la zona, el tener que ir improvisando. Para mí fue un verdadero jarro de agua fría que me llenó de temores. El miedo a un fiasco me rondó los primeros kilómetros máxime cuando apenas un par de ellos más adelante tuvimos el primer fallo y nos salimos del camino. Ver tanta gente ilusionada pensando al mismo tiempo en un error grave de recorrido que les fastidiara el día hizo que para mí los primeros tramos fueran una pesada losa. Imposible disfrutarlos a pesar de que el día y los paisajes invitaban a ello.

El recorrido, muy bien señalizado, unido a la aparición de las primeras variantes bien marcadas fueron transmitiéndome la confianza necesaria para irme relajando y poder disfrutar de uno de los mejores días que recuerdo en este deporte. Buen tiempo, buena compañía, preciosos paisajes… Creo que el día salió perfecto.

Eso sí, las molestias me vinieron a los pocos kilómetros y no me dejaron en paz en todo el recorrido. Lo mejor de todo es que no era nada que no pudiera sobrellevar en silencio. Lo peor era iniciar la marcha tras los parones pero las malas sensaciones duraban poco. Llegué a pensar si la cabeza no me estaba jugando una mala pasada…

En dirección a Patones hicimos ya la primera parada ‘turística’ para visitar la atalaya del Berrueco, una maravillosa joya arquitectónica defensiva desde la que se podía divisar el recorrido que estábamos empezando a completar. El paisaje, apenas amanecido el día, fascinaba con esa fuerza primaveral que nos llena la vista y el corazón de sensaciones.
La bajada al pueblo de patones hacía que el paisaje abierto y adehesado previo comenzara  a hacerse más árido y estrecho. Nos íbamos acercando al barranco que desembocaba por una vereda estrecha y pedregosa en el pueblo de Patones de Arriba. Para los que conocimos esta aldea  abandonada y casi derruida es un motivo de alegría ver que las circunstancias la han recuperado a la manera de los preciosos pueblos de arquitectura negra típicos de la Sierra Norte de Madrid. Una verdadera suerte. Aquí veremos por vez primera a aquellos del grupo que tienen pensado unirse a nosotros más adelante. El ambiente y la camaradería son sin duda más espectaculares que el paisaje. Gracias a ellos uno de los problemas técnicos más serios (el avituallamiento) pasa casi inadvertido. Cargamos los bidones de agua (el calor promete), charlamos un rato, descansamos y disfrutamos de un precioso callejeo por esta pequeña joya de la sierra madrileña.
El recorrido, después de transcurrir por algún tiempo paralelo al de bajada pero por el lado contrario del arroyo, se separa definitivamente para iniciar el ascenso a la cota más alta de la ruta, el Cancho de la Cabeza. La subida es dura, por un paisaje de pinos y rocas. La hilera de los Locos, vista desde la cabeza de la marcha, es una bonita serpiente multicolor de amistad  y compañerismo. El ascenso es continuo y hace que la fila se dilate en paralelo a la altitud. Solo en una breve parada, tras un cortafuegos, nos unimos para separarnos de nuevo antes de contemplar desde el Cancho de la Cabeza un paisaje impresionante que incluye el grandioso pantano de El Atazar, las reservas más importantes de agua de la Comunidad de Madrid. Pocas veces al año transmitirá esta vista tanto esplendor, tanta vida. Lenguas de agua de un azul intenso entre pequeños montículos llenos de pinos con la Sierra como fondo. Y la sensación de estar viviendo una aventura. Creo que todos estamos emocionados. No esperábamos sorprendernos así en nuestra propia Comunidad. Dan ganas de quedarse allí media mañana…

Comenzamos la bajada al poblado de El Atazar, lugar donde residieron los trabajadores de la presa mientras ésta fue construida. El terreno es cómodo y pronto llegamos al poblado donde nuestros compis están preparando un avituallamiento ya más proteínico. Esta gente es especial.  Han madrugado para que nosotros podamos tener ya agua y un bocata de jamón digno del más exigente gourmet. No puedo evitar comerme uno… Parada técnica antes de afrontar el siguiente objetivo:  El Atazar, el pueblo que da nombre al pantano. Para ello primero tendremos que iniciar una bajada pronunciada hasta el río Lozoya y, una vez cruzado, acceder al pueblo tras una larga pendiente. El paisaje, el clima suave, la compañía hacen que los kilómetros se vayan acumulando casi sin sentirlos. Estamos pasando el ecuador de la marcha y nadie parece estar mal. Quizá lo más significativo y curioso es el paso del río a través de unos enormes bloques de granito. Otra agradable sorpresa que añadir al día.

Llegamos a El Atazar tras una última subida en pendiente. Allí nos espera el resto del grupo con todo preparado para reponer fuerzas. Aprovechamos para comer, beber, reponer agua e isotónicos, estirar y disfrutar de la agradable temperatura. A partir de aquí retomaremos la ruta todos juntos, esta vez sí el grupo al completo. La gente que circula por la zona no esconde su curiosidad al ver a un nutrido grupo de gente haciendo no se sabe qué.

El próximo objetivo es el pueblo de Robledillo de la Jara para lo cual tendremos que bajar al arroyo de Riato por una árida pista para luego subir a Matachines, un promontorio culminado por varias antenas de comunicaciones. La subida por un pinar se hace larga ayudada por un calor que empieza a ser excesivo.  Al final de la subida nos vamos dando cuenta de que el día no va a ser todo lo perfecto que hubiéramos deseado. Gontxu, algo tocado del gemelo, llega con serias molestias por lo que se ve obligado a dejarlo ahí. Por suerte unos forestales nos ayudan y se encargan de bajarlo al pueblo donde Arantxa lo recogerá para seguir en coche. Esta fue la guinda que nos faltó para que todo hubiera sido perfecto. Una lástima.

Nueva parada en Robledillo y nuevo avituallamiento. El ambiente es de lujo. Todos descansando, estirando y disfrutando de la compañía. ¡Qué relax! Nada parecido a una carrera. Esto sí que es Atletismo y Amistad al cien por cien. En Robledillo aparece Arantxa con nuestra amiga Conchi, que se une al grupo también. Ya lo hizo al principio mi amigo Antonio. Ambos viven en Somiedo y se integran en el grupo a la perfección. Da gusto ver cómo a los Locos se va incorporando la gente de la forma más natural. ¡Bravo por ellos!

El círculo va completándose poco a poco con un día cada vez más caluroso. Aparecen pistas muy cómodas para correr en grupo disfrutando de la charla, pero menos agradables que los caminos intrincados que hemos dejado atrás. Por eso, la llegada a la zona del embalse de El Villar es un verdadero lujo para los sentidos con el agua desbordando la presa. No resulta extraño ver los alrededores llenos de gente buscando su agradable compañía.

Ya sólo nos queda completar el recorrido que nos queda desde el Hospitalillo donde nos avituallamos por última vez. Nos espera una larga y sinuosa bajada paralela al lado  izquierdo del pantano. Este último tramo se prolonga un poco más de lo que quisiéramos porque la gente ya no va tan fresca y los kilómetros lentamente han ido sobrecargando las piernas. La mayor parte del tiempo andamos para no separarnos en exceso.
Uno de los mejores recuerdos de este año fue la entrada en el pueblo. El año pasado llegamos casi de noche y sólo pudimos disfrutar de los impagables ánimos de Luis y Alex que tuvieron la amabilidad de esperarnos con bebidas en una nevera a pesar de las circunstancias.

Este año ver a las familias y, sobre todo, a los niños orgullosos de sus padres viniendo a recibirlos, no tiene precio. Me puedo imaginar lo que sintieron ellos al ver a sus vástagos. ¡Qué envidia! ¡Qué placer percibir el brillo y la satisfacción en sus ojos!

Y tampoco olvidemos el Harlem Shake….

5 comentarios:

  1. Fue un gran día... incluso perder el camino al principio estuvo bien. ¡Viva la aventura!

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  2. Fernan un gran resumen de una maravillosa jornada en la que pudimos disfrutar de la doble A.

    Al final algunos ya pagamos la alegría matinal y gracias a la generosidad del resto llegamos en grupo a buen puerto.

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  3. Ahora que ya has escrito la crónica voy a ver si uno los tracks. ;)

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  4. Entiendo la tensión que describes, la que provoca la responsabilidad, más si cabe cuando te gustan las cosas bien hechas.
    Tendrás que aceptar que te has convertido en nuestro GUIA, pero acepta también que ha sido una selección natural y que ninguno vamos a exigirte más de lo que nos des, que siempre es mucho y bueno.
    Me alegra que disfrutaras de nuestra aventura y gracias por contarlo.

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  5. Bonita la crónica.....y gracias por lo que me toca

    Lo bonito de esto es que todos somos "especiales"...y hace que esta Locura sea tan ESPECIAL para todos

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