7 de junio de 2014

Una vez más volverá a ocurrir

Sí, ya sé que siempre estoy con la misma historia a cuestas, pero creedme cuando os digo que es de lo más bonito que he visto en esta locura nuestra y de lo que más me llena. Pues claro, me refiero al brillo en la mirada, a qué me voy a referir si no. A esa mirada perdida hacia el primer gran objetivo, Bola. A esa mirada que escruta uno a uno a los corredores que te rodean momentos antes de tomar la salida. Esa mirada que conecta con la tuya cuando le gritas desde detrás de cualquier recodo al verle, le aúpas y le animas, te haces cómplice y abnegado envidioso por no estar ahí también. Esa mirada es especial.
Esta noche vuelve a ocurrir, noche tornada en antesala del gran “paseo”. Vuelta tras vuelta en la cama te obliga a pensar continuamente que debes dormir pero no puedes. Te gustaría que llegara ya el momento de despertarse pero se hace eterno. El tiempo es caprichoso y esta noche está de antojo, irá poquito a poco. Muy poquito a poco. De esta noche tendrás que aprender que la carrera será igual. O quizá no, porque mientras estés con las manos en la masa tendrás que disfrutarla en cada paso. Es tu obligación respirarla, sentirla, saborear cada sube y baja, cada giro del camino, cada suspiro, cada exhalación. Porque lo que aún no sabes es que la exigencia de la carrera no está en lo físico, sino en la obligatoriedad de disfrutarla a tope, exprimirla en lo espiritual, porque una vez que hayas terminado ya nada será igual. Tu mirada habrá cambiado, en ella se perpetuará el brillo por siempre y ya no podrás para de buscarlo en los demás, porque el MAM es mucho más que el MAM.
Héctor, es cierto que mañana la carrera te exigirá que des el máximo, pero ese máximo será sencillamente que cada paso que des te haga feliz, que charles con todos los voluntarios en los avituallamientos, que intercambies sensaciones con otros compañeros, que sonrías a todas las cámaras y que nos abraces a todos los que podamos acercarnos a verte, aunque sea un minuto y, lo más importante de todo, que te guardes las lágrimas para el final, cuando la pequeña mano de Elsa te recorra la espalda fundiéndote en un abrazo y cruces la meta con ella en brazos, beses a tu compañera de viaje en esta vida y mires a los locos que estén, los mires con ese brillo especial, el brillo de quien ha sido finisher en el MAM.

P.D.: No se lo digas a nadie, aunque ya lo sabes te recuerdo que las montañas hablan y mañana lo harán contigo. Escúchalas, seguro que incluso en alguna de ellas descubres la música que el pianista dejó impregnada un tiempo atrás. Yo aún la disfruto alguna vez, cuando el aire sopla del norte y pasa por la sierra.

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