6 de agosto de 2010

3 superclases, 91 kms. y un fin de semana

3ª Parte

Miro de nuevo el reloj y calculo, ya no sólo lo que queda para que amanezca, sino el tiempo que llevamos de más frente a la previsión inicial. Según mis cálculos, si todo va “bien” hasta que terminemos, invertiremos unas 18 horas frente a las 16 iniciales que yo personalmente había calculado. No pasa nada, los imprevistos también pueden tener su aliciente, mi mente vuelve al soniquete que me evade de pensar en estas tontunas y amargarme: “I’m gonna fly tonight, I’m taking you…”. Estamos bajando Ganbo y es un continuo sube y baja. ¿Cuándo se ha visto que para bajar una montaña se tengan que subir dos mil montes? Cosas de la Gipuzkoa profunda. El terreno se sucede entre praderitas de hierba mojada y muy resbaladiza y rocas y piedras en punta que martirizan nuestro cansado trotiandar. Intercambiamos comentarios sobre nuestros sentimientos y pareceres y por fin, después de tener que andar buscando alguna que otra baliza que nos costaba encontrar (siempre las encontrábamos en cuanto mirábamos hacia arriba, en lo alto del siguiente montecillo) comenzamos a sentir la agradable claridad del amanecer. No podré decir que fue cegadora, no. La niebla la ocultaba todo lo que podía aliada con el dios de las historias épicas, para que en un futuro tuviéramos algo que contar a nuestros nietos. Pero a pesar de todo alguien por fin pudo reseñar “Acordaos de lo que nos dijo Ppong: Lo duro será la noche. En cuanto amanezca os cambiará el parecer y renovaréis las ganas y las fuerzas”. Pocas veces nadie fue tan sabio. Dejé que esos rayos de luz rozasen mi piel, me calentaran ligeramente y comenzaran a derretir los cristales de rocío escarchado de mis brazos congelados. Hice la fotosíntesis y mis células e ilusión pusieron el contador a cero. Debí de sentir algo parecido a lo que sentían los ángeles que iban a ver el anochecer a la playa en City Of Angels. Juraría que incluso llegué a escuchar “Sonate au clair de lune”. Fue milagroso. ¡Hasta se empezaban a ver las balizas casi sin problemas!.

Otro tramo de ‘subeybajas’ y por fin un llano. El camino nos lleva a rodear casi por completo un precioso lago con el sol ya a media altura y la luz habiendo roto la aspereza de la noche, que ahora se me antojaba con fragilidad ilusoria. Las cosas se ven distintas una vez que han pasado y aún y por siempre seguiré enamorado de esa imagen del amanecer junto al lago.
Después de un momento de indecisión sobre por dónde continuaba el camino y de transitar por preciosos parajes (recuerdo especialmente una veredita por la que trotamos y por la que durante un rato la disfrutamos todos muchísimo) llegamos a Lizarrusti. Delicioso desayuno con café calentito, palmeras de chocolate, mini napolitanas, jamón york, gatorade,… todo juntito se revolverá bien en el estómago y dará sustento a nuestro próximo caminar. Será el primer momento en que nos encontremos con corredores que se retiran (juraría que todos los que estaban en el avituallamiento cuando llegamos habían tomado esa decisión). La verdad es que si se barajan las posibilidades es lo más sensato, pero nosotros no estamos hechos de sensatez, somos locos del cerro y ya tenemos la vista puesta en Etxegárate (yo por lo menos hice caso omiso de algunas tonterías que escuché a algún loco desvariao que le estaba sentando mal el desayuno). Poco antes de salir surgió nuestro primer encuentro con un par de corredores con los que compartiríamos mil encuentros más hasta el final. Nosotros salimos y ellos llegaron, intercambié unas cuantas palabras que preferí no compartir con los locos para no romper las ilusiones y cometimos el primer error importante que derivaría en un enorme hostión para el grupo más adelante.

Ondo, ondo, oso ondo. Lasai. Nuestros pasos continúan dejando huella.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo en que el error garafal fue en esa zona. De todo se aprende aunque sea tarde. Creo que todo vino por el relajamiento. Parecía que ya todos teníamos claro que íbamos para adelante sin duda alguna.

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