1 de agosto de 2010

3 superclases, 91 Kms. y un fin de semana

1ª Parte

Estos fueron los aderezos que me acompañaron durante uno de los fines de semana más relevantes de mi vida y el más importante en mi “carrera deportiva”:

La mañana amaneció soleada, aunque, la verdad, mi amanecer fue antes de que el sol empezara a iluminarnos por el este. Esa noche costó conciliar el sueño. La carrera se daría cita a las 23:00 hrs., quedaba todo un día por delante y el bulle bulle del estómago ya me acompañaba desde el día anterior. Intuía que se nos haría larga la espera. El viaje ayudó pasando un rato agradable entre historias de unos y otros, pero el semblante de Prisillas me preocupaba. Él había pasado una muy mala noche y dudaba si podría tomar la salida. Poco a poco, según transcurrió el día y gracias al reencuentro con sus grandes amigos, esa duda se fue borrando y la suerte permitió que a las 22:50 allí nos encontráramos los cuatro, en la plaza del ayuntamiento de Beasáin, recibiendo con honor el regalo de escuchar la txalaparta y de ser homenajeados con un aurresku. Nosotros y los aproximadamente otros 140 valientes que durante un tiempo aún por definir nos batiríamos el cuero contra lo desconocido.

3, 2, 1 y todo da comienzo. Bajamos la rampa y giro de 180º a la izq. Durante los primeros kms. cruzaremos por las calles del pueblo atestadas de gente que nos da ánimos y nos desea suerte. También debido a estos vítores el ritmo será algo más alto de lo que debiera, pero aún las fuerzas están intactas y las ganas de comernos la carrera nos invitan a correr fuerte. Una suave llovizna nos empapa desde el principio y no nos dejará hasta la mañana del día siguiente. Los primeros kilómetros van cayendo entre subidas y bajadas, cruzando pueblos aledaños y sin nada que destacar, excepto el enorme respeto y admiración que demuestra todo el mundo, que echados a las calles y aguantando las inclemencias y las horas nos animan sin escatimar esfuerzos. Respeto y admiración que desde aquí les devuelvo, desde lo más profundo de mi corazón. El primer avituallamiento se da en la plaza de Zaldibia. Bebo agua, gatorade y la impaciencia me obliga a meter prisas al resto para seguir corriendo. “Qué prisas tenéis” comenta Mavegam y qué razón tenía. Aún nos quedaban muchísimas horas por delante.

Comienza la primera ascensión seria hacia Gaztelu y comienzo a disfrutar de la carrera. Aún voy muy fresco, la lluvia más que incomodar me agrada y el bosque nos recoge del frío como una suave manta. No podré decir lo mismo de la bajada hasta el siguiente avituallamiento en Larraitz. La lluvia ha hecho que el terreno se haya convertido en barro. Más que correr vamos resbalando de árbol en árbol, de piedra en valla, de raíz en el siguiente compañero, a ratos con el culo arrastra, en otros momentos a cuatro patas y con los pies por delante. Se suceden las caídas, sin importancia hasta que en un traspiés en una roca caigo de espaldas contra una piedra y profiero un grito de congoja. Intento incorporarme pero mi espalda me dice que mejor me espere un poco, mientras voy recuperando la respiración. Finalmente no ha sido nada más que el susto, porque la mochila ha amortiguado el golpe y me acaba de salvar de quien sabe si una lesión de espalda o algo mucho peor. La espalda me duele algo pero puedo seguir corriendo. Continúo con más precaución y poco a poco, entre algún que otro susto y ya los cuatro agrupados de nuevo, llegamos a Larratiz. Esta vez sí que nos tomaremos nuestro tiempo y comeré unas palmeras de chocolate. Tras cambiarle las pilas al frontal (no se las había puesto nuevas) salimos cuesta arriba para afrontar la ascensión al Txindoki, el primero de los dos grandes del Goierri.

1 comentario:

  1. elhermanodalex no acabas de empezar y ya te has dado la primera. Esto promete... Quedo a la espera de la segunda parte.

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