14 de agosto de 2010

3 superclases, 91 kms. y un fin de semana

5ª Parte

Nada más abandonar el avituallamiento de Etxegárate se acerca una bella joven a preguntarnos sobre cómo llegar a éste y si no es por mi cortesía nos la perdemos (Fernan, como siempre, seguía y ni se había percatado). El par de corricolaris van algo por delante de nosotros, pero en seguida tras pasar por un túnel y girando a la derecha llega una subida que nos permitirá alcanzarles y ponernos a su altura. A partir de aquí existirá una coña todo el rato que se hará cierta hasta casi el final, nosotros les cogemos y pasamos en las subidas y ellos nos alcanzan y pasan en las bajadas. Será un continuo intercambio de posiciones. Rápido nos internamos de nuevo en la naturaleza y como nos sentimos fuertes y con ganas trotamos casi todo el tiempo, intercambiando opiniones de cómo hemos visto a Prisi y a Mavegam, del devenir de la carrera y de lo que más nos preocupa en este momento: llegar al avituallamiento de Mutiloa, último control de paso.

No hay mucho destacable, salvo que en un momento determinado me puede mi parte sensible y le confieso a Fernan el motivo que me ha impulsado a continuar y la razón que me está permitiendo verlo todo bajo un prisma tan positivo, pero esto no lo revelaré hasta la última parte (permisos que se toma el escribano).

Seguimos subiendo a buen ritmo, de vez en cuando tengo que parar un poco a Fernan, que va como una moto y me saca de punto. Casi todo el rato el camino tira para arriba, pero es precioso. Se tornan los distintos colores de verde con un cielo que va pincelando de azul lo que la niebla perezosa va permitiendo entrever. La temperatura aumenta poco a poco, aunque aún hace algo de frío y el terreno no es muy técnico, aunque aún encontramos barro en algunos tramos, que nos obligan a disminuir la marcha y poner especial precaución. Fernan se deshace en consejos de montañero harto experimentado, hasta que allá, al fondo, en lo alto, nos espera de nuevo su amigo para compartir con nosotros un tramo y darnos ánimos y charleta. Estos encuentros saben a bocadillo de chorizo con choped (me encanta el chorizo con choped), porque nos alivian la carga psicológica, nos ayudan a evadirnos de lo que llevamos y nos distraen de pensamientos malignos. Para no variar, seguimos cuesta arriba y de nuevo tengo que frenarles los pies a los dos montañeros, porque tela como andaban de rápido. Por cierto, jamás vi gemelos semejantes a los del amigo de Fernan (perdona Fernan, pero no consigo recordar el nombre de tu amigo, siempre fui malísimo para acordarme de los nombres, juraría que es Antonio, pero casi seguro que no). Un poco más arriba y tras posar para una foto al llegar al final de una cuesta de esas que duelen, está también el padre del amigo de Fernan y tras saludos y demás hablan del caserío del padre del amigo de Fernan y de la familia que vive en el caserío del padre del amigo de Fernan (un palo en el ojo de una rana … en el fondo de la mar). Unos metros más adelante y antes de continuar por una cuesta pina, pina (otra más), nos despedimos de la compañía del amigo de Fernan, tras unas breves explicaciones de lo que nos depara hasta subir el Aitzgorri, para continuar hasta el próximo avituallamiento en San Adrián. Otra foto más y cuesta pa’rriba, nos vamos cruzando con gente hasta que de nuevo coronamos, giramos a la derecha y bajamos otro tramo, para cruzarnos abajo con una voluntaria que para mí fue la más guapa de toda la carrera. ¡Qué ojos más bonitos! Era preciosa, sencilla, sin exuberancias, como a mí me gustan. Esto nos dará para otro rato de conversación.

Pasito a pasito, poco a poco, llegaremos a San Adrián, donde nos reciben entre aplausos y sidras, que muy gustosamente habría tomado pero declinando la oferta prefiero tomarme un cafetito caliente, más palmeras de chocolate y un sándwich de jamón york. Como callado no puedo estar durante mucho tiempo, entre conversaciones sobre que si el primero de la Ehunmilak se ha retirado, sobre lo que nos espera, sobre si ya tiene mérito lo que hacemos, sobre la noche que hemos pasado en el Txindoki,… me encuentro con un voluntario la mar de simpático que se fija en nuestra camiseta de “La Traga” y me pregunta que si somos de Villalba. “Pues sí señor, del mismo Collado Villalba”; “Pues yo voy todos los años a Villalba a los toros, porque mi hija vive en Valdemorillo. Además, este sábado que viene, que son las fiestas, voy a ir”; “Pues a ver si nos vemos, que yo no me los pierdo por nada del mundo”. Extraordinariamente, a la noche cuando vayamos a cenar me lo encontraría de nuevo con un amigo de Prisi en el mismo bar que cenamos y continuamos charleta.

Entretanto llegan el par de corricolaris cuando ya nos disponíamos a marchar, con lo que saludos, que: “si como ahora es cuesta arriba cómo tiráis, pero esperaos a la cuesta abajo que os vamos a dar para el pelo” y tras hablar con otro corricolari que había allí y que me comenta que se le estaba haciendo durísimo ir solo, pues nada: “te vienes con nosotros y listo”. Marchamos otra vez cuesta arriba entre vítores y ánimos, vacile con uno de la cruz roja y enfilamos camino de subir el Aitzgorri, segundo grande del Goierri y último escollo a salvar. O al menos eso pienso en ese momento. Si supiera lo que vendría luego me habría ahorrado el pensamiento. Estamos en el km 59 y llevamos algo más de 13 hrs en plena faena, casi nada.

1 comentario:

  1. Mi amigo se llama Jose Luís pero yo siempre le he dicho que tiene cara de llamarse Antonio...
    ¡Qué memoria tienes! Me dejas admirado... Me acuerdo de las buenas sensaciones que llevamos a partir de Etxegárate y cómo fuimos alcanzando corredores con cierta facilidad... del chaval que anduvo con nosotros recuerdo la cara de felicidad que llevaba al final de la carrera ya nos dirás por qué.

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