7 de octubre de 2010

Madrid-Segovia... Así empezó todo.

 La noche previa no fue la ideal, una esofagitis no me permitió descansar la mitad de lo que debiera, muchos despertares y un reflujo doloroso hicieron que la temprana hora en la que el despertador tenía que sonar llegara demasiado pronto. Como de costumbre todo estaba preparado, según me voy vistiendo de romano miro atrás y pienso en lo extraño de la preparación para esta prueba.

 Todo comenzó hace muchos meses, en pleno entrenamiento para la Goi surgió una carrera que unía las ciudades de Madrid y Segovia, 100 kilómetros por pistas, sendas y veredas que hermanarían los modernos rascacielos madrileños con el vetusto acueducto de Segovia. En aquel momento parecía una buena idea, que con el tiempo se fue diluyendo hasta prácticamente desaparecer de mi pensamiento. Tras un verano de descanso, a finales del mes de agosto, durante una salida montañera con los chicos volví a pensar en ella… pero solo quedaba un mes.

 Un mes de entrenamiento en el cual he parado dos veces, una durante 10 días por un esguince de tobillo y otros cinco por una viriasis que me dejó sin fuerzas, iba a hacer una carrera de más de 100 kilómetros con poco más de tres o cuatro salidas largas y muchas dudas en cuanto a mi estado de forma, pero en el fondo pensaba en que el método de ElHermanoDAlex no podía ser tan malo… ¡funcionará!

 Desayuno un café con leche y mucho pan, con toda la puntualidad del mundo, Luis me está esperando cuando salgo de casa, nos dirigimos al lugar de reunión, momento en el cual nos damos cuenta de todo lo que hemos olvidado: dorsales, fores, desayunos… Me viene a la mente un refrán… no quieren los gitanos hijos con buenos principios, y pienso que hoy es el día, tras recoger todo lo olvidado nos encaminamos hacía la Plaza de Castilla.

 Y allí nos metemos en harina, nos encontramos con mucha gente conocida por los foros y los blogs, sin dejar atrás mi costumbre, paso revista de la gente “ciberconocida” sin saludar a nadie… vergonzoso que es uno. Buscamos una chica guapa que nos selle la credencial y esperamos a que la salida se produzca, lo cual sucedió con bastante retraso por unos “problemas policiales”.

 Problemas que continuaron durante la parte neutralizada de la carrera, en la cual los coches campaban a sus anchas entre nosotros, y sus dueños nos saludaban “con una gran sonrisa”.

 Pero olvidemos esos problemas y sigamos contando lo que aconteció, a la altura del hospital “Ramón y Cajal” pasamos junto a un chaval que llevaba la gorra que nos dieron en la Goi, esta vez sí, venzo mi habitual timidez y me acerco a saludar al heroe, durante unos minutos rememoramos aquella noche en el Txindoki, él aguantó hasta  el kilómetro 37, reconozco que pensar en que llegué al 52 me da fuerzas también para el día de hoy… las sensaciones que voy recogiendo son positivas.

 Casi sin darnos cuenta nos plantamos en el kilómetro cuatro, salida oficial de lo que va a ser un gran día. Me despido de Chema, Carlos y los Vallejo, que van a ir muy tranquilos desde el principio y me sorprendo al ver que Victor se va a venir conmigo.

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