7 de octubre de 2010

Madrid-Segovia... Manzanares y Mataelpino

Colmenar Viejo, kilómetro 27. Avituallamiento. Tenía la esperanza de que fuera tipo Goi y la sospecha de que no, al final ganó la sospecha y para mi sorpresa, me pintan una cruz en el dorsal al darme una botella de agua. Nos sentamos en un pequeño banco y devoramos un plato de arroz con tomate, el plan es andar un buen rato tras la comida antes de ponernos a correr.

No fue complicado, ya que el mismo terreno, tirando hacía arriba no nos permitía muchas alegrías, Toby seguía a nuestro lado, un pasito por delante o un pasito por detrás, “elabuelodeazul” debió comer poco porque le veíamos en la distancia y no le alcanzamos hasta bien entrado el tramo, muy feo al principio, recorriendo las nuevas urbanizaciones de Colmenar Viejo y maravilloso poco después, cuando, tras cruzar la carretera, entramos en una pista desde la cual se divisa, no solo la Pedriza, sino también toda la Sierra de Hoyo de Manzanares, por momentos veo el Cerro, es un momento de subidón importante, estamos llegando a casa. Fue un momento de máximo disfrute, el terreno “técnico” y peligroso del cual nos habían hablado varias veces era una bonita vereda que bajaba entre piedras y surcos dejados por el agua, personalmente me pareció más que sencillo pero es verdad que dimos alcance a muchos corredores… grandes ventajas de correr en la montaña.

Esa bajada se convirtió en subida, con las mismas características, a buen ritmo llegamos de nuevo a un punto en el que volvemos a bajar, empiezo a encontrarme en mi salsa pero a la vez me doy cuenta de que a Victor se le está haciendo duro.

Tras el avituallamiento del Puente Romano, que no vi por ningún sitio, una constante subida nos lleva a tierra conocida, pistas por las que ya he trotado en alguna ocasión, me doy cuenta de que además del incombustible Toby, llevamos unos kilómetros en compañía de un grupo de italianos, dos chicos y dos “signorinas molto bellas”, por un lado tengo la suerte de ver sus caras de asombro cuando asomamos a Manzanares, empieza la parte más bonita de la carrera, les pido que miren atrás, muy al fondo, las cuatro torres nos miran de nuevo, no nos quiere dejar marchar. En el lado de la mala suerte, los problemas de Victor hacen que vaya quedando atrás, decido seguir hacia delante y esperarle en el avituallamiento, allí veremos que hacer. Disfrutando como un enano, me tiro hacia el pantano por la trialera, saltando piedras y raices, ganando posiciones y oyendo la palabra loco en un par de ocasiones… me gusta.

Mi padre me está esperando, como de costumbre, me pide que me retire, y como de costumbre, le digo que no. Espero a Victor, viene bastante tocado en lo físico pero es duro de mollera, salimos juntos del avituallamiento, 500 metros más adelante nos separamos definitivamente, seguirá caminando hasta Segovia.

Yo me empiezo a dar cuenta de que algo no va bien, el último plátano me ha sentado muy mal y se une a las molestias gástricas que traía desde el principio, pero ahora conozco muy bien el camino, lo he hecho muchas veces y sé que llegar a Mataelpino no va a representar ningún problema. En este tramo llegamos al kilómetro 50 de nuestra aventura, unos metros antes me he encontrado con Arturo, un chaval de Leganés, que a sus 54 años se estrena en esto del ultra, se ha caído en la trialera de Manzanares y ha perdido las gafas, necesita a alguien que le guíe. Los dos juntos cumplimos con una nueva etapa y salimos, con ilusiones y dudas, ya que el estómago cada vez da más la lata, camino de Navacerrada.

1 comentario:

  1. Me encanta el seguimiento que suele hacerte tu padre. Siempre te pide que lo dejes aunque antes de decírtelo ya sabe que le vas a decir que tú sigues. Te envidio

    ResponderEliminar