7 de octubre de 2010

Madrid-Segovia... ¡Finisher!

Estaba eufórico, llegué tan rápido y tan bien que mis niños no estaban todavía en el polideportivo, así que aproveché para comerme unos macarrones con ajo y beber un poco de Coca-Cola (creo que olvidaré las isotónicas para estas carreras). Enseguida llegaron, ver su cara me tranquilizó, solo Alejandro quería que me retirara porque no me había visto en todo el día, el resto, tanto esposa como padres, no dijeron nada, lo que aumentó mis fuerzas.

Aproveché para cambiarme los calcetines, coger ropa de abrigo, preparar el frontal, los reflectantes y como no, echar al cuello el amuleto mágico, ese buff del MAM que con tanto cariño recibí hace unos meses. No descansé mucho, tal vez fue otro error pero quería hacer con luz todo el camino posible, besos a la familia y a trotar, seguía con fuerzas e iba solo, no había visto salir a nadie desde hacía un buen rato así que tenía que espabilar si quería coger a alguien y no subir solo hasta el puerto.

Tras dos kilómetros de trote disfrutón, viendo como me miraban con caras de extrañeza desde las terrazas de Cercedilla, entrando ya en las Dehesas, encontré un par de corredores a los que unirme… ¡sorpresa! De nuevo Arturo, su cara de alegría al verme denotó que pensaba que me había retirado en la Barranca.

Poco a poco se nos hizo de noche y bajó la temperatura, se agotaron las fuerzas para trotar cuesta arriba, pero subíamos a un muy buen ritmo que se encargaba Arturo de marcar, el frío empezaba a hacer mella cuando llegamos al avituallamiento de la calzada romana, allí me abrigué para continuar con la ascensión. Una ascensión larga y tendida, sin descansos, durante la cual adelantamos a algunos corredores.

Tras dos horas llegamos al Puerto de la Fuenfría, descanso, dos calditos y tras ponerme algo más de ropa, nos lanzamos en post de una meta que intuíamos cercana. Ahora me tocaba a mí marcar ritmos, al poco de empezar una llamada me llena de pena, es Victor, me dice que no puede más y lo deja, cuelgo sintiéndome en parte culpable por ello pero no es momento de pensar en cosas negativas, aprieto el paso y me pongo a trotar.

Aquí nos engañaron, los voluntarios, los deseos, nosotros mismos… los 20 kilómetros que quedaban al llegar al puerto se convirtieron en 26, el avituallamiento que estaba ahí mismo pasó a estar a 14 largos kilómetros, kilómetros que se hicieron muy duros, empezamos a andar incluso cuesta abajo, los llanos pesaban en las piernas y parecía que Segovia cada vez estaba más lejos. Recibo la última llamada de Prisillas tras hablar con mi hermana, me dolió enterarme de que los demás se iban a retirar al llegar a Cercedilla. Con todos pendientes de lo que está ocurriendo… ¡no puedo fallar ahora!

Y no lo iba a hacer, fueron unos kilómetros complicados, bastante feos, con un par de kilómetros divertidos en cuanto al terreno, pero casi todos de pistas llenas de arena y polvo, al andar mucho se hicieron muy largos, estaba cansado y quería llegar… en ese momento fue cuando pensé que ya lo había conseguido, pero que era la primera y la última vez que lo hacía.

Entrando en Segovia iba pensando en sentarme un rato en algún banco, más que por cansancio porque quería entrar solo, no quería ponerme a tirar como un loco para dejar a mis compañeros atrás y no había forma de convencerles de no entrar juntos, les intenté convencer de que iba muy cansado, de que siguieran ellos, pero no me dejaron.

Hacer los últimos metros en dirección contraria a la media maratón es un placer, llegar a la rotonda del Pastor y ver que hay que bajar en lugar de subir no tiene precio, el caminar se hace trote, los metros pasan, la meta se acerca… ¡se terminó!

A 100 metros de la meta me encuentro con mi padre, tiene esa cara que solo puede poner un padre, orgulloso y preocupado a la vez, le doy un abrazo y sigo… ¡Sorpresón! Mi madre está en meta con la misma cara, lo he conseguido, según me agacho al llegar para respirar un poco tras el “sprint” me veo con una medalla colgada al cuello, abrazo a mi madre, después a mi padre, me siento bien, fuerte, feliz. ¡Lo conseguí!

Como no, después de llegar tuve mi mareo correspondiente, tengo que arreglar lo de mis bajones de tensión post-carrera. Al coche, a casa, a la cama, un poco de Camboya (si me hubieran dejado), y a dormir, intentando soñar con la próxima.


3 comentarios:

  1. Olé, olé y olé...

    - por la carrera
    - por esta crónica tan detallada
    - por hacernos partícipes de esas emociones (las tuyas durante la prueba) que a mi (personalmente) me han puesto el vello de punta
    - por darnos a conocer a los que no hemos debutado en las grandes distancias, los secretos de este tipo de pruebas.
    - por dibujarnos a tus acompañantes en la carrera, los avituallamientos, el recorrido... todo... de cara al futuro (si algún día se me pasará por la cabeza hacer este recorrido) prometo leer y re-leer este post.. seguro que será muy útil.
    - por sacarnos una sonrisa mientras leemos tu crónica... el de "lasmangasverdes", tu padre diciéndote que lo dejaras en Cercedilla... muy bueno.... sí señor.

    POR TODO ESTO (y por mucho más... que no es cuestión de hacer un comentario más largo que la propia crónica).. ENHORABUENA !!!!!

    Un abrazo CAMPEÓN !!!!

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  2. Para mí no sabes lo que supone haber podido contribuir en algo a que terminaras la carrera. Eso sí, el esfuerzo ha sido tuyo. Me imagino que te habrá compensado porque la entrada en meta es un verdadero subidón de adrenalina.
    Ehorabuena y por otra.

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  3. 180 pulsaciones por minuto. Un arco de meta. Un buen puñado de personas aplaudiendo y gritando. De entre ellos destacan algunos: tus seres queridos. Ves que ya está ahí, que se aproxima, que todo está hecho, que al final ha merecido la pena. Ha sido duro. Muy duro. Agónico. La duda siempre sobrevuela la carrera y hay mucho, mucho tiempo para que termine acechando. Pero tu te impones. Lo superas y sigues adelante. Eso es lo que marca la diferencia. El que lo supera. Hay cosas insalvables: las físicas. Si el cuerpo no puede no se sigue. Pero cuando el cuerpo aguanta, lo que marca la diferencia es lo que te hace vencer. Porque un ultra, más allá de una prueba física y por encima de todo, es una prueba psicológica. Ahora ya has saboreado la victoria y el éxito y me alegro muchísimo. Alegrón pos-agnosticismo que ni creía ni dejaba de creer. Pero al final se impuso el método Mavegam, la fuerza de la constancia. Ahora ya sólo espero la próxima y deseo que al menos la crucemos cuatro, cuatro que en su día no pudieron cruzarla juntos.

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