29 de enero de 2013

Con la mirada de un niño

Esa mañana me levanté vistiendo la mirada de un niño. Hasta hace muy poco no lo sabía, pero al final he comprendido que es así únicamente como pude afrontar ese reto. Únicamente podría terminar el MAM mirando al futuro como lo haría un niño, sin límites ni restricciones, sin conciencia del fracaso, sin importancia de la hazaña más allá de la recompensa en la satisfacción propia. Porque sólo los niños son héroes a sus ojos y algún día volarán o serán invisibles y se podrán colar en las casas sin que les vean o serán campeones de fórmula 1 y subirán con Calleja al Everest en uno de sus desafíos y visitarán la luna y tendrán una novia modelo y serán futbolistas del Real Madrid... ¿Cuándo se nos olvidó ser niños?

Estamos en la línea de salida. Durante el último mes únicamente he salido un día a entrenar y por delante me esperan 42 kms. y unos 5300 durísimos mts. de desnivel acumulado, pero eso es lo de menos, el que mira es un niño y para un niño no hay imposibles.

Casi sin darme cuenta estoy en el Alto de Guarramillas y el cuádriceps izquierdo empieza ha hacerse notar. Mala señal cuando no he completado siquiera una cuarta parte del recorrido y por delante quedan Peñalara y Cabezas, pero eso es lo de menos, el que mira es un niño y para un niño no hay molestias cuando está disfrutando.

Primer paso por cotos y el cuádriceps izquierdo ya no va solo, ahora también le acompaña en el dolor el derecho. Comienzo la subida y la compañera de Zigor Iturrieta me espeta que da gusto ver la sonrisa que llevo pintada en la cara, que me ve mejor que antes. Eso sólo puede significar que la alegría es mayor que el dolor. Fue curioso cuando subiendo a Bola ella misma me miró, yo la miré y la sonreí y tras una frase ininteligible para mí pues era en Euskara me gritó "Oso ondo" por lo que no pude hacer otra cosa que contestarla sonriendo "eta Lasai". Ella no sabía que para mí eso lo significaba todo, que en ese momento me estaba diciendo el corazón que iba a terminar pasara lo que pasase, que donde menos me lo esperaba y unos años más tarde mi mantra volvía a nacer cuando más falta me haría. Volver a verla no hizo más que confirmar mi premonición y hacerme feliz en la eternidad de ese instante.

Lo mas duro de la carrera se dio en esa subida a Peñalara. Ahí me pasarían Vallejo y tropecientos corredores más. Cada paso era un dolor insoportable. Rozar una piedra al intentar levantar en vano la pierna para dar el siguiente paso significaba un calambrazo que me hacía quedarme absolutamente quieto durante al menos un minuto, con la pierna totalmente contracturada, un dolor insoportable en los cuádriceps tensionados y casi lágrimas de dolor y tensión. Sin embargo, siempre con la mirada sosteniéndose en el horizonte, porque el que mira es un niño y un niño nunca mira hacia atrás y menos cuando está compitiendo.

Cumbre en Peñalara y vuelta a Cotos. Únicamente escucho como el pianista escribe su melodía mientras nuevos pinchazos me obligan, sobre todo al principio, a parar de nuevo acalambrado y con la moral minada. Será el único momento de la carrera durante el cual me plantee muy brevemente, de soslayo, terminar en Cotos. Pero no, una vez mas no, hoy va a ser mi día y si no termino el helicóptero me tendrá que ir a buscarme a cabezas. Además, comienza a germinar en mí un sueño, hoy le quiero abrazar en la meta a él y eso sólo será posible si termino por mi propio pie. Ya en Cotos asusto un poco a Chema con mi seriedad al decirle que estoy absolutamente destrozado pero que sigo para Cabezas y como un niño que inconsciente se adentra en el peligro del bosque, allá que vamos mi mirada y yo.

Camino de cabezas distraigo mis pasos conversando con todo el que pillo, música del pianista de fondo y ascenso mejor de lo esperado hasta el primer avituallamiento en la fuente. Allí, Iván me trata como un rey, por lo que a coronar tocan. En la subida tengo que estirar mucho la pierna para superar el desnivel de una roca a otra y, aunque intento dar pasos cortos, de nuevo varios agarrotamientos seguidos hacen que tenga que parar bastante. Suerte que Gaizka baja y me ayuda a estirar algo. Piano, piano, llego arriba donde me esperan Gonchu, El mudo, un poco de coca cola y mis cuádriceps que no paran de contraerse solos, dando la sensación de tener vida propia. Desde aquí puedo ver el cerro y, en mi mirada de niño, el final de la carrera abrazado a él.

"Ondo, ondo, oso ondo. Lasai". Comienzo a bajar cabezas y rompo a llorar. Voy a terminar este MAM y no puedo contener la alegría. Aunque aún me quedan al menos 10 kms. sé que voy a terminar. Por mis cojones que termino. Si he llegado a subir cabezas, bajo aunque sea arrastrándome como una culebra. De fondo, el viento me acerca los últimos compases del pianista. Sé que está cerca de terminar y firmar una preciosa obra. Las montañas cotillas me lo susurran conforme llego a Valdemartín. Curiosamente paso a mucha gente y corro casi todo el rato a buen ritmo. No me lo puedo creer, aunque claro, ahora me doy cuenta de que me movía la ilusión de un niño y eso no entiende a la inoportuna realidad.

Puerto de Navacerrada. Bajar de Bola no ha sido tan duro como esperaba y continúo corriendo hacia Cercedilla hasta que llega un punto en que los cuadriceps me dicen que no puede ser mas, que ya basta. Pero yo hoy soy un niño obstinado y sólo veo el abrazo del final. Los niños son así, nunca se plantean la retirada, eso no entra entre sus posibilidades. Esa alternativa no existe. El héroe ni abandona ni se rinde.

Me toca andar mucho y ver como tardo más de 20' en hacer cada km. a pesar de ser en llano o cuesta abajo. Empiezo a creer que llegaré a meta pero que no habrá abrazo porque, siendo la hora que es, él se tendrá que haber ido. Troto poco. Ando mucho. Los niños, a veces, sólo a veces, también se desilusionan.

Ya sólo me queda cruzar el río, subir la cuesta de tierra hasta encontrarme el asfalto y terminar la aventura con la desilusión del abrazo no conquistado. Los niños, cuando se hacen mayores, comprenden que no se puede tener todo en esta vida y, aunque les cueste, asumen que no hay victorias completas ni felicidades absolutas. Pero ese día todo es posible y el que mira es un niño, por lo que al fondo, al final de la cuesta de tierra, no pude ver a otro que no fuera él y no pude hacer por menos que volver a correr y estrecharle fuertemente, atraerle hacia mí y apretar con toda mi flaqueza, dejarme las últimas fuerzas en hacerle saber sin palabras que hoy la carrera tenía un gran sentido y que ese sentido se estaba materializando allí en ese preciso instante.

El resto fue entrar y pensar en la siguiente. La vida había vuelto a mis entrañas y había vuelto a mostrarme el sentido de mi locura. Porque no hay nada imposible cuando el que mira es un niño.

P.D.: Aquél día hubo muchos otros abrazos que me quedé sin dar, pero estaba exhausto e incluso desubicado al llegar a meta. Después a los pocos minutos y ya algo más descansado me arrepentí de no acercarme al resto de locos y estrecharlos en lugar de entrar en meta como un obtuso e ir al avituallamiento. Lo siento, porque para los niños ante todo están los amigos y no una vana entrada con los brazos en alto. Ese egocentrismo es propio de los pobres mayores. Menos mal que aproximadamente un mes mas tarde pude resarcirme en el pueblo de Navacerrada.

6 comentarios:

  1. Conserva siempre esa mirada y esa alegría, es emocionante ver como se vive una prueba con los ojos de un niño.

    ResponderEliminar
  2. No me mola Luisete. Ya sabes que últimamente estoy un poco en plan negativo en cuanto a algunas de las cosas que hacemos, creo que en algún momento algo se nos ha ido de las manos y entradas como esta, donde la épica nos hace soñar, no son lo mejor para volver al camino de la cordura...
    Parezco un padre... y la verdad es que no quiero serlo. Creo que tengo que relajarme un poco y dedicarme a mis cosas, que bastante tengo como para encima preocuparme por más.
    Así que os doy mi último tonticonsejo: la locura es positiva cuando está limitada por la razón...

    ResponderEliminar
  3. Mikel, te entiendo en gran parte. Sabes, porque lo hemos hablado últimamente, que después de la M-S he cambiado mi punto de vista y me acerco bastate a tu actual postura. De hecho, en un post anterior ya comentaba de la importancia de seleccionar bien los objetivos y adecuarlos a las posibilidades de cada momento, pero tenía pendiente escribir sobre el MAM y no quise emborronar lo que supuso darme la vida de nuevo aunque comparto que no se puede jugar a cualquier precio. Hay que limitar con la razón, pero creo que también hay que intentar ir un poquito más allá en alguna ocasión. De todos modos muchas gracias por sincerarte puesto que estamos acostumbrados a recibir siempre buenas críticas y como bien sabemos esto es mucho mas serio de lo que parece y en algún momento esa "valentía" nos va a poder costar cara.

    Un abrazo casi guapo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por otro lado y evitando ese problemita que tengo últimamente, debo decirte que me ha gustado mucho tu descripción de la carrera, me he metido dentro de la misma y he sentido el dolor en los cuadriceps. Hacer lo que hiciste tiene un valor enorme pero... Me gustó más aquel primer MAM, el que hiciste entrenado, el que disfrutaste como un enano de principio a fin. Está bien cierto nivel de sufrimiento le da un toque de épica al asunto que siempre nos sube un poco el ego, pero la satisfacción de terminar una carrera disfrutándola también mola.

      Eliminar
  4. Aún recuerdo el primer GTP cuando Prisillas y yo estuvimos animando a los que iban terminando el recorrido. Por allí apareció un corredor con las piernas completamente vendadas como si fuera una momia. No me gustó.La carrera le superaba por todos los lados y sólo el tesón (yo diría la cabezonería) le guiaba. La épica hay que dejarla para las ocasiones inevitables y un deporte no nos tiene que llevar al límite o hacerlo en contadas ocasiones. Creo que puedo decir en que las pocas carreras largas que he terminado he podido disfrutar hasta el final con las molestias lógicas de las largas distancias. El no poder acabar así me llevó a dejarlo en la última Madrid-Segovia y a no hacer la Ehun Millak el año pasado al ver que mis piernas no iban bien andando (a pesar de tener muy buenas sensaciones corriendo). Dejo para un posterior post este tema.
    Al margen de opiniones he disfrutado mucho con tu visión de la carrera y con lo bien que la afrontaste. Me recordó aquello que te llevó a terminar la Goi con todo en contra.

    ResponderEliminar
  5. Pues yo quiero decirte Luis QUE ME HA ENCANTADO.
    He sufrido desde el principio hasta el final, incluso puedo certificar cuando estuve ayudando a la organización en Cabeza Hierro menor pude ver como tu cuadríceps de la pierna derecha realmente tenía vida propia (la coca cola eran de estrangis, las tenía guardadas únicamente para vosotros).
    Seguro que ahora las carreras las orientarás con mas sensatez, pero eso no quita que este MAM que narras lo vivieras con enorme pasión y que seguramente fue lo que te llevó a llegar a meta desde antes de su salida.
    Yo dudé que llegarías, pero lo hiciste. Me alegré enormemente al saberlo.

    ResponderEliminar