23 de febrero de 2013

Corramos felices


La novela  Ana Karenina de León Tolstoi comienza con una conocida frase que seguramente os suene: "Todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices son desgraciadas en su propia manera." En eso precisamente consiste la genialidad de algunos autores, en condensar en cuatro palabras toda una compleja realidad. Lo sencillo siempre es dar todo tipo de explicaciones en largas exégesis; lo más difícil, es reducirlo a dos pequeñas oraciones. Si a ello añadimos la indudable capacidad de Tolstoi para darse cuenta de algo que en apariencia cualquiera podemos observar pero nadie somos capaces de expresar, el ingenio es doble.
Y es que, en efecto, cualquiera de nosotros tenemos en mente un prototipo parejo de familia feliz. Todo les va bien: satisfechos con el trabajo, se llevan bien con sus seres queridos, tienen un hogar estable, pagan sus deudas si las tienen… Nadie habla de ellos porque no hay nada que decir. Es más, no es necesario que destaquen económicamente ni que sus trabajos sean una maravilla. Muchas de ellas pasan desapercibidas. Frente a éstas, las familias infelices (y en ello descansa la agudeza de la frase) lo son cada una de un modo distinto. Uno puede ser rico o tener una profesión estable pero sufrir por un hijo rebelde o enfermo, por un padre alcohólico o una madre muerta joven. O ser pobre y además tener una mala suerte perenne. Aquí sí que la variedad es enorme y da para todas esas conversaciones entre parientes y amigos, esas que rellenan una buena sobremesa o una reunión que se alarga hasta altas horas de la noche. Es entonces cuando rememoramos a aquel amigo con dinero que echó a perder su vida por las drogas o a aquella prima que acabó divorciándose tras años de un matrimonio infeliz. Los casos son tantos y tan variados frente a la lenta monotonía de las familias felices…
Pues bien, llevo tantos años ya en el mundo del deporte, y unos cuantos en el del atletismo en concreto, que puedo afirmar que también en esta actividad la gente feliz, como en el caso de las familias, pasa desapercibida. Se trata de aficionados que salen a correr sin agobios (no sin metas), hacen la distancia que quieren sin obligaciones, van a las carreras que les apetece y si han conseguido o no sus objetivos, no lo recordamos porque tampoco le dan mucha importancia. Disfrutan el día a día aunque se lesionen a veces o dejen de correr por esas múltiples circunstancias que hacen la vida tan difícil en algunas ocasiones, volviendo al mundo del atletismo sin aspavientos y sin lamentaciones. Un día, de repente, están de nuevo en marcha. Sitúan a la perfección el deporte como afición y no le dan importancia, o así parece, a las situaciones que lo rodean.
Pero, como en la vida, el mundo de los atletas infelices es mucho más complejo, tanto que algunas veces hay que tener mucha empatía para poder entenderlo. Mientras que para muchos bajar en los diez kilómetros de 40 minutos (o de los 50, o, si me apuras, todavía habría unos cuantos que serían dichosos no pasando de los 60), sería un motivo de felicidad y de regocijo, para el atleta infeliz es una verdadera desgracia ver que aunque el ímpetu es el mismo de los primeros años, los resultados se van 'enlenteciendo' inexorables y ya no son capaces de rondar los 30 o los 35 minutos… Se amargan día a día intentando recuperar a base de series, en el mejor de los casos, o de productos  milagro, en el peor de ellos, lo que es un mero transcurrir implacable del tiempo. Otro ejemplo: bajar de 1 hora 30 en una media maratón es un motivo de felicidad y de anhelo para una mayoría de corredores aunque realmente no parece muy lógico estar insatisfecho por hacer 1:31. Sin embargo para muchos la magia del número les amarga un buen día de competición por ese 'minutillo' ignominioso. ¿Y qué decir de las distancias? Para los que empezamos con el objetivo de dar una vuelta a los escasos cuatro kilómetros de la dehesa de Villalba (y sé que no he sido el único) ¿cómo puede llegar a ser causa de infelicidad no terminar una carrera de 100 kilómetros? ¿Es un verdadero fracaso? ¿Hacer ‘sólo’ 70 kilómetros nos entristece? ¿Ya no nos acordamos de la inmensa alegría de nuestro primer MAM que tuvimos la suerte de compartir 7 de nosotros?
Reflexionemos. Parémonos unos instantes para poder pensar tranquilos. Recuperemos la perspectiva mirando con los ojos del que se inicia en en este deporte. No seamos cada uno triste a nuestra manera, buscando la infelicidad donde nunca puede haber fracasos y disfrutemos cada día que corramos  por el simple y precioso hecho de poder hacerlo.

8 comentarios:

  1. MUY GRANDE Fernan, se puede decir mas alto pero no mas claro y sobre tan bien...

    Eres un máquina, por el monte, por las pistas, fuera de ellas, cómo persona, etc, y encimas escribes de lujo...de mayor quiero ser como tú, mejor dicho yo quiero serlo ya...gg

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  2. Esta claro que si hacemos esto es porque nos da la felicidad, a parte estan los tiempos y las perspectivas que cada uno nos creamos. Yo hablando por la parte que me toca tengo claro que lo que quiero es pasarlo bien y no obsesionarme tampoco demasiado con esto, corro 3 dias a la semana y de momento me sobra, no voy a carreras y tampoco me pongo metas mas alla de lo caval.
    Lo que si se es que esto de momento hace compartir km con un monton de amigos y disfrutar del entorno que nos rodea, si alguna vez me embalo corriendo pues sera por inexperiencia absoluta, lo que si se es que el dia que este deporte no me de la ¨felicidad¨ pues tendre que dejarlo, pero vamos que no creo que esto pase nunca¡¡¡¡

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  3. Personalmente, llegado el momento en el que no lograr terminar con éxito uno de los retos propuestos se convirtiese en un problema para "la vida real" no dudaría en dejarlo. Correr es una válvula de escape, nunca un problema. Mi filosofía, disfrutar de lo logrado y aprender de los "fracasos".

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  4. Personalmente, llegado el momento en el que no lograr terminar con éxito uno de los retos propuestos se convirtiese en un problema para "la vida real" no dudaría en dejarlo. Correr es una válvula de escape, nunca un problema. Mi filosofía, disfrutar de lo logrado y aprender de los "fracasos".

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  5. Fernan una vez mas has vuelto a dar en el clavo, precisamente estaba en una situación "rara" y esta reflexión me ha dado el complemento necesario para salir de ella.

    Me estaba estresando demasiado por conseguir un objetivo mas allá de mis aptitudes y al ir reconduciéndolo a algo sensato encuentro nuevamente la motivación necesaria.

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  6. Chema para mí eres una prueba de como se puede disfrutar con esto sin agobios y a cualquier ritmo. Nada es imposible.
    Esteban a ti no hay más que verte correr un día para darse cuenta de cómo disfrutas. No pierdas nunca ese 'frescor'. Te quedan muchos días de alegría.
    Mikel cualquiera que sea observador se habrá fijado hace mucho tiempo de lo bien que aplicas esa filosofía. Lo que no termino de entender es cómo correr por la Sierra de Hoyo todo el día no es un verdadero problema para ti...
    Halfon pues relaja pero no dejes de tener objetivos... Obsesiones, ninguna.
    Carlos te digo lo que a Chema y en el caso de los fracasos lo que importa es no llegar a agobiarse por ellos.

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  7. Genial reflexion Fernan. He de comentar de algun reto personal que no pude cumplir el año pasado y este post me ha venido bien para dedicar tiempo para pensar. Decirte que para mi tienes razon y es la clave de todo esto, yo prefiero correr sin agobios pero pienso que cumplir algun reto no esta mal, es mas para mi es necesario pero no sacrificarme a toda costa (cosa que voy madurando poco a poco).
    Gracias por estos textos que creo que tienen gran contenido, los disfruto. Seguiremos disfrutando Biri!

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  8. Joder Biri!! he empezado a leer tu post con la cabeza fuera de lugar, no sabia donde querías llegar. Tras releerlo varia veces no puedo mas que sentir gran admiración por poder aprender tantas cosas de alguien tan cercano. Gracias amigo!!
    Con lo que a mi respecta, soy feliz sin obsesiones (no sin objetivos) y si sigo corriendo es porque disfruto de cada salida como si fuera la ultima, de cada cuesta como si estuviera el fin arriba, soy feliz cuando me quedo atrás sin fuerzas y cuando veo a un amigo llegar a su objetivo. En definitiva, lo que podemos elegir no nos debe amargar nunca, si no todo lo contrarío. Disfrutemos y aprendamos unos de otros.

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